viernes, 17 de enero de 2020

Tema 5 : El empirismo, 2º de Bachillerato.



EL EMPIRISMO: HUME

¿QUÉ ES EL EMPIRISMO? CARACTERÍSTICAS.

·       El empirismo es una corriente filosófica nacida en Inglaterra en el siglo XVII –en “lucha” constante con el racionalismo- y desarrollada a lo largo del siglo XVIII.
·       Su preocupación es fundamentalmente epistemológica. Al empirismo le interesa ante todo el tema del conocimiento: su naturaleza, origen, alcance y límites. El empirismo busca determinar con exactitud el alcance y los límites de la razón humana, para asegurar un uso adecuado de la misma, determinando qué tipo de conocimientos están a nuestro alcance y cuáles no. El estudio del conocimiento humano será la base para el planteamiento de cuestiones específicamente humanas: temas relacionados con la ética, la política, la sociedad y la religión.
·       Se trata de una corriente que engloba a autores muy diversos (Locke, Berkeley y Hume), aunque entre ellos comparten una serie de tesis comunes:
o   Todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. El entendimiento humano (razón) es como una página en blanco (tabula rasa) antes de que la experiencia le proporcione conocimientos.
o   La experiencia es el origen y el límite de todos nuestros conocimientos, siendo además su criterio de verdad.
o   Imposibilidad de crear ideas más allá de la experiencia, razón por la cual los empiristas niegan la existencia de “ideas innatas” (todas las ideas son “adquiridas” en la experiencia).
o   Preferencia por el método experimental (inductivo) –característico de las ciencias empíricas-, frente al método deductivo -preferido por el racionalismo-.

HUME

David Hume (1711-l776) nació en Edimburgo, estudió Derecho y Filosofía y no obtuvo una cátedra de moral en la Universidad de Edimburgo debido a su fama de ateo y de escéptico. Es el prototipo de hombre ilustrado y uno de los máximos representantes del empirismo inglés. Hume es continuador de Locke y, en cierto sentido, se puede decir que Hume inicia su filosofía donde Locke la había terminado.

Hume vivió una época de profundas transformaciones y cambios radicales (sociales, políticos, económicos, culturales…) Su tarea consistirá en intentar explicar y fundamentar ese nuevo mundo que se abría ante sus ojos, sirviéndose del método de las ciencias empíricas (la experiencia y la contrastación).

Empleando dicho método, se embarcará en la tarea de elaborar una Ciencia del hombre con el fin de destruir la metafísica racionalista y, en último término, la religión, a su juicio, fuente de todo tipo de supersticiones, intolerancias y fanatismos. En este sentido, Hume pretende “liberar” a los hombres de la “fe en Dios”, para que puedan de este modo abrazar la “fe liberal y científica”. La nueva “fe”, será fundamental de cara a crear una  nueva ética (basada en principios empiristas) y un nuevo modelo sociopolítico (liberal, como el de Locke, pero sin estar fundamentado en Dios).

La “Ciencia del hombre” que Hume pretende crear tendrá las siguientes características:
·       De ella han de depender todas las otras ciencias, no sólo la lógica, la moral, la estética y la política, sino también las matemáticas, la filosofía natural (la ciencia de newton) y la religión natural.
·       Debe ser una ciencia estricta y seguir el método científico y experimental, y no considerar nada como cierto a menos que venga avalado por el testimonio de los sentidos (no la matematización como habían señalado los racionalistas). Por esta razón a Hume se le ha denominado “el Newton de las ciencias morales”.

El punto de partida de esta “ciencia del hombre” será la epistemología o Teoría del conocimiento.

Teoría del conocimiento: la percepción (“todo contenido de la mente es percepción”)

Hume, como Locke, plantea su búsqueda a partir de un análisis del entendimiento humano (problema crítico). Como buen empirista considera que todos los contenidos (o ideas) de la mente proceden de la experiencia. Sin embargo, él va mucho más lejos, llevando hasta sus últimas consecuencias el empirismo de Locke.

Hume llama percepción a todo acto o contenido de la mente. En este sentido, todo lo que podemos sentir, desear, pensar e imaginar son percepciones. Ahora bien, podemos distinguir dos clases de percepciones, según el grado de fuerza y vivacidad como se nos presentan dichos contenidos (y el mismo orden en el que aparecen).

·       Por un lado tenemos las impresiones, que son los datos inmediatos de la experiencia. Por esta razón poseen mayor grado de fuerza y vivacidad. Oír, ver, oler, sentir, amar, desear, querer, odiar.... son impresiones.
·       Las ideas, el otro tipo de percepciones, son “copias”, imágenes o representaciones mentales de impresiones precedentes. Por eso su grado de fuerza y vivacidad es menor. Por otra parte, las ideas siguen a las impresiones.

Pongamos un ejemplo: si uno pasea distraído por la calle y se lleva un “pisotón” está teniendo una impresión. Su grado de fuerza y vivacidad es incuestionable: ¡el pie nos duele horrores! Ahora bien, si uno llega a casa, pasado un tiempo, y recuerda el pisotón y el dolor: eso es tener una idea. Por supuesto, no puede compararse el grado de fuerza y vivacidad del pisotón real con el ideado después, por mucha fidelidad que tenga nuestro recuerdo. Las ideas son siempre copias y, por lo tanto, han de derivarse de impresiones precedentes. Las impresiones son el origen de nuestras ideas.

Todas las percepciones, tanto las impresiones como las ideas, pueden ser simples o complejas:

·       Escuchar sólo un sonido o ver una mancha de color azul es tener una impresión simple, que tendrá una idea simple como correspondencia: la representación mental de ese sonido o ese color en mi mente.
·       Las impresiones complejas son agrupaciones de impresiones simples: la vista de Madrid desde la torre Picasso es una impresión compleja. La representación mental de esa visión es una idea compleja.

Las ideas complejas son, por tanto, agrupaciones o asociaciones de ideas simples que tienen su origen en impresiones simples precedentes. Dichas asociaciones son obra de la “imaginación”.

Según Hume, las ideas se forman a partir del recuerdo de una impresión anterior o mediante el poder que tiene la mente, para relacionar varias ideas mediante la imaginación. Al hacerlo, sigue una serie de pautas o leyes: las leyes de asociación de ideas:
·       Ley de semejanza: tendemos a unir las impresiones o ideas que se parecen entre sí (un desconocido al que veo por la calle, me “conduce” o recuerda a un personaje famoso).
·       Ley de contigüidad en el espacio o en el tiempo: tendemos a unir una idea con otra que normalmente se ha dado junto a ella espacial o temporalmente (un determinado olor me evoca un recuerdo del pasado).
·       Ley de causalidad (causa-efecto): organizamos nuestras ideas bajo la forma causa-efecto (ej.: si vemos fuego, esperamos tener la impresión de calor).

Así pues, las impresiones preceden siempre a las ideas y estas últimas necesitan siempre una o varias impresiones. Desde aquí, Hume cree que puede afirmar con rotundidad la primacía y anterioridad de las impresiones en el conocimiento. Todo nuestro conocimiento se basa en los datos inmediatos de la experiencia: ¿Tiene idea un “ciego” de lo que es y representa el color azul? Efectivamente, no. Y, aunque el ciego no pueda ver los colores ¿podría aprender y llegar a conocer lo que es el azul si simplemente alguien con experiencia le cuenta o intenta darle una definición precisa de lo que es ese color? Parece que no. La ausencia de una impresión previa impide que un invidente pueda formarse la idea de lo que es el color azul. Las impresiones son los átomos que conforman la materia del conocimiento. Sin ellas, no podríamos conocer nada ni siquiera lo ficticio e imaginario.
A partir de aquí, Hume saca un principio clave en su empirismo: la existencia de una impresión previa a partir de la cual se forma la idea, garantiza la posible validez de esta última. Si una idea no tiene correspondencia en ninguna impresión habrá que desechar esa idea como falsa.
Este principio empirista permitirá, según Hume, examinar las distintas ideas que tenemos sobre el mundo, especialmente las ideas más abstractas y confusas, como las de la metafísica: las ideas de substancia, Dios, Yo, etc., ¿tienen alguna impresión de la cual provengan? Si no es así, habría que rechazarlas como meras ficciones o inventos.

El ámbito de la racionalidad: los tipos de razonamientos o juicios.

Imagínate que una tarde vas dando un paseo por la calle. Mirando aquí y allá, te das cuenta que, en el parque que sueles atravesar para llegar al instituto, acaban de plantar un ciprés gigantesco. De este modo, a partir de ahora ya no hay dos árboles rodeando el estanque, sino tres. Seguramente no conozcas las características de esta nueva especie de árbol, pero, transcurrido el verano verás que él (el ciprés) es un árbol de hoja perenne que mantiene su color oscuro en todas las estaciones. Transcurrido un año, sabremos dos nuevas cosas: que hay tres árboles junto al estanque y que el ciprés no perderá la hoja en otoño. Pues bien: ¿es el mismo tipo de razonamiento el que nos permite saber cuántos árboles hay ahora, que aquel que nos indica que el otoño que viene el árbol no perderá la hoja? Parece que no.

En este sentido, Hume diferenciará dos tipos de razonamientos o modos de proceder de la mente (las posibles formas de conocimiento): las relaciones de ideas y las cuestiones de hecho.

Las relaciones entre ideas (proposiciones analíticas en Kant):

Es aquel tipo de razonamiento, propio de la lógica, la geometría, el álgebra y la aritmética (ciencias formales), que trabaja con ideas, sin referirse a hechos (= sucesos y objetos del mundo real). Por ejemplo, la igualdad: 5+5+5= 30/2 o la afirmación de que “el todo es mayor que las partes”.
Para saber si este razonamiento es o no verdadero, no necesitamos acudir a la realidad (experiencia). Ni siquiera es necesario tener 15 unidades físicas de algo para comprobar esta operación (ni trocear algo en partes). ¿En qué se basan entonces esta clase de razonamientos? Hume dirá que en el principio lógico de no-contradicción (no es posible negar la igualdad 5+5+5+= 30/2 sin caer en una contradicción, lo mismo que no es posible negar que el todo es mayor que la parte, sin caer en contradicción).
Por este motivo, Hume afirma que las “relaciones entre ideas” son ciertas (o evidentes) a priori. No necesitamos acudir a la experiencia para saber que la suma de los ángulos de un triángulo es igual a 180°. Esta clase de proposiciones es independiente de si lo que se afirma tiene o no existencia real.

Las cuestiones de hecho (proposiciones sintéticas en Kant):

Hay, sin embargo, otro tipo de razonamientos radicalmente distintos a éstos. Pongamos algunos ejemplos: para saber si los leones comen pan con mantequilla debemos acudir necesariamente a la experiencia. La mera figura de un león, por sí misma, no indica nada acerca de sus “gustos culinarios”. Debemos constatar por la experiencia que, efectivamente, a los felinos no les agrada en absoluto nuestro desayuno. Lo mismo ocurre si queremos averiguar la temperatura de nuestro café con leche o las propiedades y efectos que puede causar un objeto determinado. Todos nosotros aprendemos de niños que el cristal es peligroso cuando se rompe y que no es buena cosa meter los dedos en un enchufe.

Las cuestiones de hecho se basan en la experiencia y, por lo tanto, son proposiciones que tratan de cosas existentes. La física, la historia, las ciencias naturales, la meteorología... (ciencias empíricas), se basan todas en “cuestiones de hecho” cuyo conocimiento es imposible a priori, es decir, sin una experiencia previa que nos muestre sus propiedades y efectos. Por último decir que, al basarse en la experiencia, las cuestiones de hecho se fundan en el principio de causalidad, esto es, en la relación entre algo que denominamos “causa” y algo que denominamos “efecto”.

Como decimos, las cuestiones de hecho son propias de las ciencias naturales, la historia... pero también de la metafísica y de la religión. Hume cree necesario indagar en este tipo de razonamientos, para poder llevar a cabo su crítica a la metafísica y a la religión.

CRITICA AL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD

Según Hume, todas las proposiciones o cuestiones de hecho se basan en el principio de causalidad. Pues bien, hemos visto que las causas y los efectos no pueden ser alcanzados a priori, sino por la experiencia. Cuando percibimos un objeto no podemos predecir qué efectos producirá en un futuro, dicho de otro modo: la sola sensación de un objeto no nos permite inferir sus causas y efectos (Adán, cuando se metió por primera vez al agua, no dedujo a priori que podía morir ahogado).
Por ejemplo: imaginemos que es la primera vez que vemos una partida de billar. El taco imprime su movimiento a la bola A, que se mueve hacia la bola B. ¿Qué ocurrirá? ¿Se quedarán quietas las dos? ¿Volverá la bola A, a su posición inicial? ¿Rebotará hacia otra dirección? A priori no podríamos aventurar nada; todas las posibilidades podrían darse. Sólo podemos dar preferencia a una posibilidad cuando tenemos una experiencia precedente de un hecho semejante.

Ante cualquier fenómeno físico, ¿en qué nos basamos para inferir que lo que ha venido ocurriendo en un pasado va a ocurrir también en un futuro? Si el límite de nuestro conocimiento son las impresiones actuales (o recordadas como ideas) ¿cómo podemos tener certeza acerca de hechos futuros, si no tenemos impresión alguna de lo que puede suceder mañana?

Analizando la relación causa-efecto, Hume descubre lo siguiente: una causa, un efecto y un “nexo” entre ambos. Tanto de la causa como del efecto tenemos su impresión correspondiente, pero ¿qué pasa con el “nexo” entre ambos? Del nexo no tenemos impresión alguna. Si es así ¿por qué hablamos de nexo?
Hablamos de “nexo” porque se da:

·       Una conexión entre causa y efecto en el espacio y en el tiempo.
·       Una prioridad (anterioridad) de la causa sobre el efecto.
·       Una conjunción constante (hasta ahora han ido unidos: siempre que... ha ocurrido después...).

Aún así, no tenemos impresión del “nexo”. Dicho “nexo”, según Hume, no existe: es pura ilusión.

¿Qué concluye Hume de todo ello? Que lo que llamamos “causalidad” no es otra cosa que un hábito o costumbre que nace de la repetición de hechos. Más aún: el nexo (la causalidad) no es más que una creencia (es cuestión de fe).

Por consiguiente, en el conocimiento de los fenómenos físicos no hay necesidad ni certeza absoluta, sino mera probabilidad fruto de la creencia de que en un futuro se producirán hechos semejantes a los que acontecieron en el pasado. La física ya no es un conocimiento seguro ni definitivo, sino meramente conjetural y probable.

CRÍTICA A LA METAFÍSICA

La crítica al principio de causalidad le permitirá a Hume llevar a cabo una implacable crítica a todas las ideas de la metafísica y, sobre todo, al concepto de substancia en su triple vertiente: la extensa (mundo), la pensante (cogitans) y la infinita (Dios).
Recordemos otra vez el punto de partida: las ideas de la metafísica no tienen su origen en ninguna impresión previa de la cual sea copia la idea y, por lo tanto, han de ser rechazadas como falsas (sobre todo al basarse en el principio de causalidad). Veámoslo:

Crítica a la idea de sustancia.

Toda la filosofía tradicional ha explicado la realidad basándose en la distinción entre sustancia y accidente, entendiendo a la primera como “substrato” o “soporte” de éstos. Para Hume, la “idea de sustancia” carece de significado al no responder a ninguna impresión precedente. Para Hume, lo único que sucede es que al conjunto de accidentes (cualidades particulares) se les asigna un nombre (nominalismo) que nos permite evocarlos como un sólo objeto. No hay, por tanto, una sustancia o sustrato permanente que unifique o regule el flujo de los accidentes o fenómenos.
Con esta crítica, Hume está en disposición de desmontar la metafísica racionalista de corte principalmente sustancialista, en su triple vertiente: sustancia extensa, pensante e infinita.

Crítica a la idea de la existencia de una realidad exterior a nosotros.

¿Existe una realidad “extramental” que sea la causa directa e inmediata de las impresiones de nuestra mente?
Contestar esta pregunta equivaldría a poder salir de nuestra mente, lo cual es imposible.. Cuando afirmamos que existe una realidad material exterior a nosotros, damos un salto ilegítimo desde nuestras impresiones, a una “supuesta realidad exterior” (apoyándonos en el principio de causalidad).

Según Hume, el límite de nuestro conocimiento son las impresiones; más allá de ellas no es lícito afirmar nada, sino adoptar una actitud sanamente escéptica.

Crítica a la idea de Dios.

Según Hume las tradicionales pruebas para demostrar la existencia de Dios no demuestran nada.
·       En las pruebas a priori se da un “salto ilegítimo”, dado que la “idea de Dios” no responde a “ninguna impresión” (aplicación del criterio empirista de significado)
·       Con las pruebas a posteriori ocurre algo parecido: aplican el “principio de causalidad” para llegar a la “supuesta” demostración de la existencia de Dios.
De este modo Hume “destroza” todos los argumentos tradicionales acerca de Dios.

Crítica a la idea de Yo

Respecto a la existencia de una sustancia espiritual, cognoscente (“res cogitans”) o "yo",, ocurre lo mismo:
·       La idea de un “yo” (esto es: la idea de una sustancia “espiritual”, que “subyace”” o “está por debajo” de todos nuestros actos, decisiones, conocimientos y recuerdos), carece de base, dado que no hay impresión alguna de ese “yo”.
·       Si existiese tal impresión, tendríamos que permanecer fijos e invariables a lo largo de toda nuestra vida.
·       Lo que denominamos “yo” no es otra cosa que un conjunto de “percepciones” que cambian constantemente. La identidad personal se forja a través de la memoria: gracias a ella se unifica nuestra existencia, ya que la memoria permite conectar en el tiempo la multiplicidad de impresiones que se suceden.

LA ÉTICA DE HUME: emotivismo y utilitarismo moral.

El tema que más interesó a Hume, a lo largo de su vida, fue la moral. Para él, los juicios morales quedan “fuera” del ámbito de la racionalidad. Juicios del tipo “Debes obedecer a tus padres” no pertenecen al capítulo de “relaciones entre ideas”, al no ser analíticos, ni tampoco al de las “cuestiones de hecho” (dado que los juicios morales hablan de un “deber ser”, no de “hechos”; el único hecho que aparece en el juicio citado es que “tienes padres”). Se produce aquí, según Hume, un “salto indebido” del “es” al “debe”, al derivar un deber a partir de un mero hecho (falacia naturalista)*. De todo esto, concluye nuestro autor que la moral no es obra de la razón, sino que se fundamenta en el “sentimiento”: el sentimiento de “placer” y “dolor”. Dicho de otro modo: al formular un juicio sobre el valor moral de una acción, no hacemos sino expresar nuestros sentimientos de agrado o desagrado hacia esa acción. Esta manera de comprender la moral recibe el nombre de emotivismo moral.

* La famosa ley de Hume, expuesta en un pasaje de su “Tratado de la naturaleza humana” vendría a decir lo siguiente: de un enunciado de hechos del tipo “es”, no se puede inferir otro enunciado (moral) del tipo “debe”. Supondría un salto indebido del “es” al “debe”. Pongamos un ejemplo: Francisco tiene un problema muy serio; Francisco es tu hermano; por tanto, debes ayudar a Francisco.
A este “salto indebido” se le conoce con el nombre de “falacia naturalista” (en palabras de Moore). Con todo, no todos los intérpretes son unánimes en esta interpretación. Según Maclntyre es incorrecta (Hume hubiera sido el primero en violar su propia prohibición: derivaría el deber moral del interés (a fin de cuentas un “es” concreto)). La interpretación que estos autores le dan sería la siguiente: Hume estaría criticando una determinada manera de “saltar” del “es” al “debe”, proponiendo él otro tipo de mediaciones: el placer.

Hagamos un poco de memoria: Según Hume, todo contenido mental (impresiones o ideas) es percepción. Las ideas son “copias” de impresiones precedentes. Pues bien: las ideas morales (“bueno”, “malo”…), como cualquier otra idea, tienen su origen en impresiones ¿Qué impresiones están en el origen de las ideas morales? Las impresiones de reflexión, esto es: pasiones o emociones. Las pasiones o emociones más básicas o directas son las de “placer” y “dolor”. De éstas surgen el resto: orgullo, humildad, amor, odio… (indirectas). Estas emociones, según Hume, están en la base de las ideas morales, de modo que el placer y el dolor son la base de la moral. En consecuencia, la virtud produce placer, mientras que el vicio produce dolor.

Pero aunque la moral se base en los sentimientos, la razón tiene un papel fundamental a la hora de su “cualificación”, esto es: de cara a informarnos sobre los fines que podemos perseguir y los medios más adecuados para conseguirlos. La posición de Hume en este sentido es claramente utilitarista: para que la búsqueda del placer sea moral, es necesario que sea desinteresado, esto es, que busque el placer para todos** (utilitarismo moral). De este modo, Hume intenta librarse del reproche de subjetivismo o individualista. También intenta huir del relativismo, al afirmar que existe una especie de naturaleza emotiva común a todos los hombres, lo que permite que coincidamos en nuestras valoraciones morales.
** Hay diversos tipos de placer (hedonista, estético, moral...). El placer moral se caracteriza por ser “desinteresado” (sin referencia a nuestro interés particular).

POLÍTICA.

Hume quiere hacer de la filosofía política una ciencia experimental (al estilo de la física). Por esta razón rechaza una concepción “organicista y finalista” de la sociedad, así como toda “utopía” política. Pero, aun defendiendo un modelo contractualista de la sociedad, se aleja del mismo al considerar al “estado de naturaleza” como una mera “ficción filosófica”, sin ninguna base histórica. Como contractualista sostiene que es el “acuerdo” o “convención” la única fuente de legitimación, situando en el origen de la misma la “utilidad” (o, lo que es lo mismo: las ventajas o desventajas que una determinada forma de gobierno o institución política, pueden reportar a la sociedad). Es la utilidad lo que explica la formación de las sociedades a partir de la célula familiar (base de la sociedad), debido a los beneficios que se derivan de la asociación entre seres humanos. Por tanto, en filosofía política no hay que buscar fundamentos trascendentes para explicar el origen del poder; éste es un hecho que se funda, a su vez, en hechos concretos (usurpación, transmisión hereditaria, elección…) Por último, la obediencia a un gobierno no tiene otra justificación que la “utilidad que reporta”: cuando un gobierno o una institución política dejan de ser útiles, la obligación de obedecer desaparece.

Tema elaborado por Mariano Gómez.



Actividad 1:
Extrae las ideas principales de sus filosofía.
Actividad 2:  
Resume cuál es Hume con la Política.
Tarea final: Seleccionar un texto de Hume y haz un comentario de texto aplicando las ideas principales de su Filosofía.


DAVID HUME




David Hume

(1711 - 1776)



EJERCICIOS CON TEXTOS


TEXTO 1

“Oír una voz articulada y una conversación racional en la oscuridad, nos asegura la presencia de alguien. ¿Por qué? Porque éstas son efectos de origen y textura humanos, y estrechamente conectados con ella. Si analizamos todos los demás razonamientos de esta índole, encontraremos que están fundados en la relación causa-efecto, y que esta relación es próxima o remota, directa o colateral. El calor y la luz son efectos colaterales del fuego y uno de los efectos puede acertadamente inferirse del otro.
Así pues, si quisiéramos llegar a una conclusión satisfactoria en cuanto a la naturaleza de aquella evidencia que nos asegura de las cuestiones de hecho, nos hemos de preguntar cómo llegamos al conocimiento de la causa y del efecto.
Me permitiré afirmar, como proposición general que no admite excepción, que el conocimiento de esta relación en ningún caso se alcanza por razonamientos a priori, sino que surge enteramente de la experiencia, cuando encontramos que objetos particulares cualesquiera están constantemente unidos entre sí.”

D. Hume, Investigación sobre el conocimiento humano, Sección IV, Parte I. Ed. F.C.E. Madrid

1. Explica el significado de las siguientes expresiones del texto: “relación causa-efecto”, “cuestiones de hecho”, “experiencia”.
2. Explica las críticas humeanas a la concepción tradicional de la causalidad.
3. Relaciona el contenido del texto con la cuestión general del conocimiento en Hume.



TEXTO
2

“Así, las fronteras y oficios de la razón y del gusto pueden fijarse con facilidad. La primera procura el conocimiento de la verdad y de la falsedad; éste da el sentimiento de belleza y deformidad, de vicio y de virtud. La una descubre los objetos tal y como están realmente en la naturaleza, sin adición ni disminución. El otro tiene una facultad productora y embelleciendo y tiñendo todos los objetos naturales con los colores que toma del sentimiento interno, origina, en cierto modo, una nueva creación. La razón, fría e independiente, no es motivo de acción y dirige sólo el impulso recibido del apetito o inclinación, mostrándonos los medios de lograr felicidad y evitar la miseria. El gusto, en cuanto que da placer o dolor y, por tanto, constituye la felicidad o la miseria, se convierte en motivo de acción y es el primer resorte o impulso para el deseo y la volición. De circunstancias o relaciones, conocidas o supuestas, la primera nos lleva al descubrimiento de lo oculto y desconocido. Después que todas las circunstancias y relaciones están ante nosotros, el último nos hace experimentar, por el conjunto, un nuevo sentimiento de censura o aprobación. El canon de aquélla, fundado en la naturaleza de las cosas, es eterno e inflexible, incluso por la voluntad del Ser Supremo; el de éste, nacido de la estructura y constitución eterna de los animales, se deriva últimamente de esa Suprema Voluntad que otorgó a cada ser su naturaleza peculiar y dispuso las varias clases y órdenes de existencia.”
D. Hume, Investigación sobre los principios de la moral, Apéndice I. Sobre el sentimiento moral. Ed. Aguilar, Buenos Aires

1. Explica el significado de los siguientes términos del texto: “gusto”, “virtud”, “sentimiento”.
2. Explica cómo se relaciona la frase del texto “la razón, fría e independiente, no es motivo de acción y dirige sólo el impulso recibido del apetito o inclinación” con la ética humeana.
 

jueves, 9 de enero de 2020

La Filosofía Moderna .Unidad 4 de 2º de Bachillerato: Descartes



                            Filosofía Moderna:



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RENATO DESCARTES: PENSAMIENTO

VIDA DE DESCARTES

Renato Descartes (1596-1650) nace en La Haye (en la provincia francesa de la antigua Turena). Estudia desde los 10 a los 19 años en el famoso colegio de “La Flèche”, en un centro dirigido a la formación de los jóvenes pertenecientes a la nobleza. El colegio estaba dirigido por los jesuitas y en él se impartía una formación mucho más moderna que en La Sorbona y que en el resto de las universidades tradicionales. Además de los estudios de Humanidades y filosofía, en La Flèche se daba mucha importancia a las matemáticas, no sólo teóricas, sino también prácticas, dado que se explicaban conocimientos de física (mecánica), topografía y óptica (todos ellos basados en las matemáticas). A pesar de todo, el conjunto de la enseñanza seguía las líneas de la “escolástica” tradicional. Por eso, al terminar sus estudios en “La Flèche”, Descartes quiso olvidar todo lo que allí aprendió (con excepción de las matemáticas). Terminados sus estudios en “La Flèche”, va a la Universidad para cursar la carrera de Derecho en Poitiers, licenciándose en 1616. A pesar de poseer el título, no ejercerá nunca la carrera judicial: su posición económica desahogada le permitirá dedicarse a “otros asuntos más interesantes y saludables para su cuerpo y para su espíritu”. Entre estos “asuntos” destaca la danza, la equitación y la esgrima, técnicas en las que se empleó tras su  paso por la universidad. Con ello, Descartes estaba pensando en el ejército. En 1618 le vemos enrolado en la milicia, combatiendo en la guerra de los Treinta Años (guerra protagonizada por protestantes y católicos (16181648). Como nota curiosa, decir que primero participó en el bando protestante y después en el católico. Pero como lo suyo era la preocupación por el saber, entre guerra y guerra, y aprovechando los momentos de tregua, dedica su tiempo libre a estudiar matemáticas y física. Cansado de tanta guerra, el l0 de noviembre de 1619 tiene varios “sueños” que le convencen de que su misión es “la búsqueda de la verdad mediante el empleo de la razón”. Por esta razón, a partir de 162O se dedica a viajar por Europa, buscando “aprender en el libro del mundo”. Años más tarde lo encontramos en París, llevando una vida de “gentilhombre”. En 1628 parte para Holanda (el país más tolerante de Europa) para llevar una vida más dedicada al estudio. Allí permanece hasta 1649. En ese período aparecen el "Discurso del Método" (1637) y las "Meditaciones Metafísicas"(1641). Al producirse la condena de Galileo por parte de la Iglesia, suspende la publicación de su "Tratado del Mundo" (donde sostiene doctrinas por las que podía correr peligro su integridad física). En 1649 la reina Cristina de Suecia (una gran interesada por la ciencia y la filosofía), que ya mantenía una correspondencia interesante con Descartes, lo llama a Estocolmo. El frío clima de Suecia y el abusivo horario (tenía que levantarse a las cinco de la mañana debido al interés que tenía la reina por aprender) acaban con Descartes, que muere de una pulmonía el 11 de febrero del año 1650. Por lo menos, esto era lo que se creía hasta hace no mucho: y es que, Descartes pudo haber muerto envenenado con arsénico.

DESCARTES Y EL RACIONALISMO

Descartes ha pasado a la historia como el “padre” de la filosofía moderna (siglo XVII), al situar al “sujeto” o “yo” en el centro de la reflexión filosófica. Si en la filosofía antigua y medieval la preocupación fundamental era conocer la realidad, en la filosofía moderna lo será el sujeto que conoce la realidad (problema del conocimiento). Descartes pertenece a la corriente racionalista de la filosofía, en cuyas filas cabe destacar a Spinoza y a Leibniz. Las principales características de esta corriente son las siguientes:

Ø  El mundo tiene una estructura racional (matemática). Dios ha creado el mundo empleando un lenguaje racional (matemático).
Ø  Confianza absoluta en la razón humana, de cara a desentrañar los misterios del hombre y de la realidad. La razón humana lo puede todo, dado que tiene dentro de sí todas las verdades (verdades innatas).
Ø  El origen, la fuente y los límites del conocimiento, están en la razón humana (en las verdades que ella posee), no en la experiencia (devaluación de la experiencia).
Ø  La razón humana puede engañarse cuando se fía de la “experiencia ingenua”, pero no se equivoca cuando sigue los principios de la razón.
Ø  Utilización del método matemático (= deductivo) en la filosofía: a partir de una primera verdad objeto de intuición (= una evidencia), se deducen todos los conocimientos.

DESCARTES PENSAMIENTO

Objetivo

-      ­Hacer de la filosofía una ciencia estricta (a imagen de las matemáticas), utilizando un método riguroso y preciso.

Un texto para el análisis:

“Desde mi niñez fui criado en el estudio de las letras, y como me aseguraban que por medio de ellas podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas. Pero tan pronto como terminé mis estudios, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres “doctos”, cambié por completo de opinión. Pues, me embargaban tantas dudas y errores, que me parecía que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el descubrir cada vez más mi ignorancia (...). Me gustaba, sobre todo, las matemáticas, por la certeza y evidencia que poseen sus razones; pero aún no me daba cuenta de cuál era su verdadero uso y, pensando que sólo para la mecánica servían, me extrañaba que, siendo sus cimientos tan firmes y sólidos, no se hubiese construido sobre ellas algo más importante. Nada diré de la filosofía, sino que al ver que ha sido objeto de estudio por los más sabios, y , sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de disputa y, por consiguiente, dudoso, no tenía ya esperanza de acertar yo mejor que los demás” (Discurso del método. Primera parte).

Sinopsis: Descartes vive en una época de crisis, de grandes cambios, en la que las certezas más inamovibles (geocentrismo) se vienen abajo con la Revolución científica. Por lo que se refiere a la filosofía del momento (la escolástica), el panorama es tanto o más desolador, algo que contrasta con el avance imparable de la Ciencia moderna en manos de Galileo. Ésta se caracterizará frente a la filosofía, por ofrecer nuevos conocimientos y por disponer de un método preciso y riguroso. Éste será el motivo que impulse a Descartes a hacer de la filosofía un “ciencia estricta”, tomando como modelo las matemáticas (no olvidemos que las matemáticas, a parte de su rigor, son la base de la sobre la que se edifica la Nueva Ciencia). Ello sólo será posible si se la dota de un método tan preciso y riguroso como el que posee la ciencia. Por este motivo, el “problema del método” se convierte en una cuestión prioritaria en la filosofía moderna, no sólo para el racionalismo sino también para el empirismo.

Necesidad de un nuevo método

-      Método: “Reglas para la dirección de la mente”

-      La finalidad del método:
·       Distinguir en todo momento lo verdadero de lo falso.
·       Hallar la verdad (= certeza).

-      El método cartesiano es el método matemático
·       A partir de una primera evidencia
·       Llevar a cabo deducciones

-      Las cuatro reglas:
·       Primera regla: la regla de la evidencia:
La primera es la de no aceptar como verdadera cosa alguna que no sea evidente, (...) esto es: aceptar sólo aquello que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que no hubiera ninguna ocasión de ponerlo en duda”.
·       Segunda regla: la regla del análisis:
Consiste en dividir las cuestiones (= problemas) que se han de examinar, en el mayor número de partes posibles y necesarias para su mejor solución”.
·       Tercera regla: la regla de la síntesis.
Exige “conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos”.
·       Cuarta regla: la regla de la comprobación: Revisar el proceso con el fin de estar seguro de no olvidar nada (en el proceso de análisis y de síntesis)

En este sentido, Descartes distingue en la Razón humana dos formas de conocimiento:

  1. La intuición o luz natural, que nos permite el conocimiento de las ideas simples, de un modo claro y distinto (evidente)
  2. La deducción: consiste en relacionar o conectar dos o más intuiciones entre sí. La deducción nos permite llegar a verdades complejas a partir de ideas simples (la deducción como “cadena de intuiciones”).

Como en las matemáticas, también en filosofía necesitamos partir de una “evidencia”, con el fin de “levantar” sobre ella todo el “edificio del saber”, para ello Descartes inicia un proceso de duda mediante el cual poder llegar aunque solo sea a una verdad evidente.

DUDA METÓDICA

Consiste en… dudar por sistema de todo aquello que no sea “evidente”. La duda será metódica ya que mediante ella se aplica el método, será provisional y no escéptica pues está convencido de encontrar al menos una verdad, universal, dudará de todo y teórica.

Los pasos o niveles de la duda

1.- Duda de los sentidos (percepciones).

“Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y más verdadero lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado que, a veces, tales sentidos me engañas, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado alguna vez”

Los sentidos nos ponen en contacto con el mundo material y nos proporcionan un conocimiento de las cosas que solemos aceptar como verdadero. Pero también sabemos que, a veces, los sentidos nos engañan. Efectivamente, existe un gran número de ilusiones y alteraciones perceptivas como, por ejemplo, cuando sumergimos un palo en el agua y lo vemos “quebrado”, y, sin embargo, sabemos que está entero. O cuando, por ejemplo, vemos desde lejos una torre redonda que, cuando nos acercamos un poco más, nos damos cuenta de que es cuadrada. Estos hechos son innegables. Pero..., ¿cómo saber que no nos engañan siempre? Sin lugar a dudas todos coincidiremos en que no nos engañan siempre.

No obstante, dado que Descartes busca una “primera verdad” “absolutamente cierta” (algo de lo que no se pueda “dudar” en ningún momento), con el fin de levantar sobre ella el resto de los conocimientos, concluirá diciendo que esa primera verdad no puede provenir de los sentidos.

2.- No distinción entre sueño y vigilia (dormido-despierto) (mundo)

Hasta ahora, Descartes nos ha llevado a dudar de la fiabilidad de los sentidos. A partir de este instante, va a llevar la duda un poco más lejos.

“En innumerables ocasiones he soñado que estaba aquí mismo, vestido junto al fuego, cuando en realidad estaba durmiendo en la cama. En este momento, estoy seguro de que estoy despierto mirando este papel... Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilusiones semejantes. Y profundizando en esta idea, veo de un modo tan claro que no hay indicios concluyentes, ni señales que basten para distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi sorpresa es tal que casi puedo convencerme de que estoy durmiendo”

Todos tenemos la experiencia de haber tenido sueños tan vivos que nos parecían reales. Sólo al despertar descubrimos que eran un sueño. Esto nos permite pensar que podemos estar dormidos y que las percepciones  sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodean, tan sólo son un “sueño”.

Este es el segundo motivo de la duda en Descartes: no sólo debemos dudar de que las cosas sean como las vemos, sino de la misma existencia de las propias cosas. Este motivo de duda nos lleva a rechazar la seguridad sobre la existencia de nuestro cuerpo y del mundo material (objeto de estudio de la física).Tampoco aquí encontramos esa verdad (o evidencia) sobre la que levantar el edificio de la filosofía.

3.- El geniecillo maligno (verdades matemáticas)

“Así pues, supondré que hay, no un verdadero dios, sino cierto genio maligno, tan poderoso como engañador, el cual ha empleado todas sus artes para engañarme”.

Descartes plantea la posibilidad de que, tanto él como todos los humanos, hayamos sido creados por un “genio maligno”, que, en el colmo de la maldad, haya hecho nuestra inteligencia de tal manera que se equivoque cuando piensa que ha alcanzado la verdad. Los motivos de duda afectan, en este caso, a todos nuestros conocimientos, incluidos las verdades matemáticas (consideradas desde siempre como evidentes y absolutamente ciertas).

En conclusión: la dudad radical (duda metódica) ha llevado a Descartes a rechazar como evidente el conocimiento en su totalidad: desde las percepciones e impresiones más simples, pasando por la existencia del mundo, hasta las mismas verdades matemáticas. No parece haber una “verdad” o “certeza” que quede a salvo de la “duda metódica”. Será en este momento cuando Descartes encuentre la tan deseada certeza.



La primera verdad
Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo)

“Inmediatamente después me di cuenta de que, mientras quería pensar de ese modo que todo era falso, era necesario que yo, que a fin de cuentas era quien lo pensaba, fuera alguna cosa; y dándome cuenta de que esta verdad (“yo pienso, luego soy” (= existo)), eran tan firme y tan segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que buscaba” (D.M. 4ª)

En resumen, todo lo que pienso puede ser falso (incluidas las verdades matemáticas), pero de lo que no cabe duda es del hecho de que yo dudo, esto es: de que pienso. Mi existencia como “sujeto pensante” está más allá de cualquier posibilidad de duda. En consecuencia, esta afirmación (absolutamente verdadera) es la primera verdad.

De momento sólo podemos tener certeza de una cosa: de nuestra existencia como cosas (“res” = sustancias) pensantes. En el mundo de Descartes, de momento, estamos solos (somos como “cerebros en una cubeta”). Ahora bien, como seres pensantes tenemos ideas: ¿qué pasa con ellas?, ¿tienen alguna realidad?, ¿existen los objetos a los que ellas se refieren?

Descartes, se ve obligado en estos momentos a “reconstruir” lo que antes había “de-construido” con la duda: se trata de recuperar el mundo, de lanzar un puente entre el “yo-pensante” y las cosas.

¿Cómo? Recurriendo a dios. Dios va a ser el puente que garantice la realidad u objetividad de mis ideas (=representaciones) sobre el mundo. Veámoslo.

La segunda verdad: DIOS-SUSTANCIA INFINITA

Para entender cómo Descartes llega a dios, es necesario entender una distinción que hace nuestro autor. Según él, existen tres clases de ideas o contenidos mentales (el criterio en base al cual establece dicha clasificación será su “presunta” procedencia):

  1. Ideas adventicias: son todas aquellas que tendemos a creer que proceden de la experiencia. Representan objetos que están fuera de la mente humana y que adquirimos por medio de la experiencia. Entre ellas están las ideas de “ordenador”, “India”...
  2. Ideas “facticias” (de “factum”): son aquellas que proceden del propio sujeto. Son invenciones o construcciones nuestras. Entre ellas están las ideas de “sirena”, “marciano”...
  3. Ideas innatas: son aquellas que no proceden de la experiencia y que tan poco son una invención del sujeto. Son innatas, dado que están siempre en la mente humana desde nuestro nacimiento. Entre ellas está la del “cógito” y otra que para Descartes es fundamental: la idea de “infinito” (“res infinita”), idea a la que Descartes identifica con dios.

A partir de aquí (de la idea innata de “infinitud”), Descartes va a intentar demostrar la existencia de dios. Si realmente es innata, esto es, si es evidente (clara y distinta, y sin posibilidad alguna de duda), habrá logrado romper la soledad del “cogito”. Será el primer momento para llegar al “mundo”, un mundo perdido en el proceso de la duda.



La demostración de la existencia de Dios.

Según Descartes, la característica fundamental de dios es “infinitud” (dios es “infinito”, mientras que el resto de las cosas son “finitas”). La cuestión es si la idea de “infinito” es o no innata. Descartes cree que sí y da dos argumentos:

  1. Prueba ontológica (argumento ontológico –similar al de san Anselmo-). Es verdad aquello que percibimos clara y distintamente (1ª regla del método). Por ejemplo: de un triángulo percibimos clara y distintamente que sus ángulos suman dos rectos; por lo tanto, esto es verdad. Pero en la idea de triángulo no percibimos “clara y distintamente” que tenga que existir en la realidad. Su existencia no se puede intuir a partir de la noción de triángulo. En cambio, en la noción de dios, sí va incluida su existencia ¿Por qué? Porque en la noción de dios va incluida la idea de un ser necesario e infinito. Pues bien: dado que la no existencia de dios es una limitación o finitud, Descartes deduce que dios debe existir.

  1. Prueba gnoseológica (tomada de Agustín de Hipona). Tengo la idea de dios, es decir, la idea de un ser infinitamente perfecto. Tal idea ha de tener una causa, pues todo cuanto existe tiene una causa. Pues bien, la idea de dios no es una idea adventicia, pues nada hay en la experiencia infinitamente perfecto. Y tampoco puede ser una idea facticia, ya que yo (sustancia finita) no puedo ser la causa de algo infinito. En consecuencia la idea de dios ha de ser una idea innata, “causada” por el mismo dios en mí.

En conclusión, la idea de dios es innata y, por lo tanto, clara y distinta (evidente), razón por la que dios tiene que existir. Una vez que Descartes cree haber demostrado la existencia de dios, sólo le queda “llegar al mundo”. ¿Cómo lo consigue?

Echemos un poco la mirada hacia atrás. Para nuestro autor dios es un ser infinito, absolutamente perfecto y bueno y por tanto “veraz” (no puede engañarse ni engañarnos). Por lo tanto, no ha podido crear al hombre de tal forma que se engañe o equivoque siempre que crea conocer algo.

Consecuentemente a las ideas de las cosas materiales (ideas adventicias), les ha de corresponder unas realidades corpóreas. Dicho de otro modo: los objetos a los que dichas ideas se refieren, han de existir. De este modo, Descartes “recupera” la “realidad” del mundo que había “perdido” en el proceso de la duda. En cuanto a la naturaleza de estos cuerpos, Descartes afirmará que es la “extensión”: los cuerpos materiales son “res” o “sustancias” extensa. Según Descartes, la única cualidad objetiva de las cosas es la “extensión” (longitud, anchura y profundidad), el resto de cualidades “color”, “olor”... son subjetivas. Por esta razón, la naturaleza de los cuerpos es la extensión. Tercera verdad, existe la sustancia extensa.

Tres son los tipos de realidades o sustancias (res).

Descartes entiende por sustancia “aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”. En sentido estricto, sólo dios sería “sustancia”; en sentido amplio, junto a la sustancia infinita (dios), Descartes habla de otras dos:

  1. Las “sustancias pensantes” (res cogitans).

  1. Las “sustancias extensas” (res extensas).





Antropología: el hombre como unión de alma y cuerpo (pensamiento y extensión).

La posición que defiende Descartes acerca de la “sustancia” (aquello que no necesita de nada para existir) le lleva a sostener un dualismo antropológico. El ser humano es el resultado de la unión de dos sustancias (dos realidades independientes que no se necesitan para existir): res cogitans y res extensa.
La res cogitans es inmortal y se caracteriza por obrar de forma libre (no está sometida a las “leyes mecánicas” que gobiernan el universo). En relación a la res extensa, Descartes sostiene una concepción mecanicista de ésta: el cuerpo es una máquina, sometida a leyes puramente mecánicas (física), que ha de ser gobernada por el alma.

La relación entre ambas sustancias, sería algo similar a la relación entre un  capitán que dirige y gobierna a su nave. El punto de interacción (unión) entre ambas sustancias, se situaría en el cerebro, concretamente en la “glándula pineal”.

La ética cartesiana.

Descartes distingue entre acciones y pasiones. Las primeras dependen de la res cogitans. Las segundas (los sentimientos, las emociones y las percepciones), de la res extensa. En no pocas ocasiones, las pasiones “presionan” a la res cogitans, empujándola unas veces hacia el bien y otras hacia el mal. La ética cartesiana se va a centrar en el control de éstas mediante la prudencia. Será la prudencia la que logre que en el hombre, la res cogitans se imponga a la extensa.

En su relación con el cuerpo, el alma racional debe controlar y someter las pasiones que tienen su origen en el cuerpo. Así, el hombre liberado de las pasiones debe dirigir libremente su acción voluntaria hacia los fines que la razón le proponga. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo pues entonces es cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa sino que gobierna en él su cogito. La libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero.

Para finalizar, Descartes dedica unas líneas a la “moral”: una moral, en palabras de nuestro autor, provisional.

Dentro de ella, señala una serie de reglas:

1.           Hay que obedecer las leyes y costumbres del país (aceptar las normas morales vigentes en la  sociedad, la religión y el orden político existente).
2.                Hay que seguir con decisión las resoluciones tomadas.
3.          Hay que ocuparse de aquello que está en las manos de uno y desentenderse de lo que nos sobrepasa. 


Esquema- resumen: 



Presentación de Descartes: