jueves, 9 de enero de 2020

La Filosofía Moderna .Unidad 4 de 2º de Bachillerato: Descartes



                            Filosofía Moderna:



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RENATO DESCARTES: PENSAMIENTO

VIDA DE DESCARTES

Renato Descartes (1596-1650) nace en La Haye (en la provincia francesa de la antigua Turena). Estudia desde los 10 a los 19 años en el famoso colegio de “La Flèche”, en un centro dirigido a la formación de los jóvenes pertenecientes a la nobleza. El colegio estaba dirigido por los jesuitas y en él se impartía una formación mucho más moderna que en La Sorbona y que en el resto de las universidades tradicionales. Además de los estudios de Humanidades y filosofía, en La Flèche se daba mucha importancia a las matemáticas, no sólo teóricas, sino también prácticas, dado que se explicaban conocimientos de física (mecánica), topografía y óptica (todos ellos basados en las matemáticas). A pesar de todo, el conjunto de la enseñanza seguía las líneas de la “escolástica” tradicional. Por eso, al terminar sus estudios en “La Flèche”, Descartes quiso olvidar todo lo que allí aprendió (con excepción de las matemáticas). Terminados sus estudios en “La Flèche”, va a la Universidad para cursar la carrera de Derecho en Poitiers, licenciándose en 1616. A pesar de poseer el título, no ejercerá nunca la carrera judicial: su posición económica desahogada le permitirá dedicarse a “otros asuntos más interesantes y saludables para su cuerpo y para su espíritu”. Entre estos “asuntos” destaca la danza, la equitación y la esgrima, técnicas en las que se empleó tras su  paso por la universidad. Con ello, Descartes estaba pensando en el ejército. En 1618 le vemos enrolado en la milicia, combatiendo en la guerra de los Treinta Años (guerra protagonizada por protestantes y católicos (16181648). Como nota curiosa, decir que primero participó en el bando protestante y después en el católico. Pero como lo suyo era la preocupación por el saber, entre guerra y guerra, y aprovechando los momentos de tregua, dedica su tiempo libre a estudiar matemáticas y física. Cansado de tanta guerra, el l0 de noviembre de 1619 tiene varios “sueños” que le convencen de que su misión es “la búsqueda de la verdad mediante el empleo de la razón”. Por esta razón, a partir de 162O se dedica a viajar por Europa, buscando “aprender en el libro del mundo”. Años más tarde lo encontramos en París, llevando una vida de “gentilhombre”. En 1628 parte para Holanda (el país más tolerante de Europa) para llevar una vida más dedicada al estudio. Allí permanece hasta 1649. En ese período aparecen el "Discurso del Método" (1637) y las "Meditaciones Metafísicas"(1641). Al producirse la condena de Galileo por parte de la Iglesia, suspende la publicación de su "Tratado del Mundo" (donde sostiene doctrinas por las que podía correr peligro su integridad física). En 1649 la reina Cristina de Suecia (una gran interesada por la ciencia y la filosofía), que ya mantenía una correspondencia interesante con Descartes, lo llama a Estocolmo. El frío clima de Suecia y el abusivo horario (tenía que levantarse a las cinco de la mañana debido al interés que tenía la reina por aprender) acaban con Descartes, que muere de una pulmonía el 11 de febrero del año 1650. Por lo menos, esto era lo que se creía hasta hace no mucho: y es que, Descartes pudo haber muerto envenenado con arsénico.

DESCARTES Y EL RACIONALISMO

Descartes ha pasado a la historia como el “padre” de la filosofía moderna (siglo XVII), al situar al “sujeto” o “yo” en el centro de la reflexión filosófica. Si en la filosofía antigua y medieval la preocupación fundamental era conocer la realidad, en la filosofía moderna lo será el sujeto que conoce la realidad (problema del conocimiento). Descartes pertenece a la corriente racionalista de la filosofía, en cuyas filas cabe destacar a Spinoza y a Leibniz. Las principales características de esta corriente son las siguientes:

Ø  El mundo tiene una estructura racional (matemática). Dios ha creado el mundo empleando un lenguaje racional (matemático).
Ø  Confianza absoluta en la razón humana, de cara a desentrañar los misterios del hombre y de la realidad. La razón humana lo puede todo, dado que tiene dentro de sí todas las verdades (verdades innatas).
Ø  El origen, la fuente y los límites del conocimiento, están en la razón humana (en las verdades que ella posee), no en la experiencia (devaluación de la experiencia).
Ø  La razón humana puede engañarse cuando se fía de la “experiencia ingenua”, pero no se equivoca cuando sigue los principios de la razón.
Ø  Utilización del método matemático (= deductivo) en la filosofía: a partir de una primera verdad objeto de intuición (= una evidencia), se deducen todos los conocimientos.

DESCARTES PENSAMIENTO

Objetivo

-      ­Hacer de la filosofía una ciencia estricta (a imagen de las matemáticas), utilizando un método riguroso y preciso.

Un texto para el análisis:

“Desde mi niñez fui criado en el estudio de las letras, y como me aseguraban que por medio de ellas podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas. Pero tan pronto como terminé mis estudios, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres “doctos”, cambié por completo de opinión. Pues, me embargaban tantas dudas y errores, que me parecía que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el descubrir cada vez más mi ignorancia (...). Me gustaba, sobre todo, las matemáticas, por la certeza y evidencia que poseen sus razones; pero aún no me daba cuenta de cuál era su verdadero uso y, pensando que sólo para la mecánica servían, me extrañaba que, siendo sus cimientos tan firmes y sólidos, no se hubiese construido sobre ellas algo más importante. Nada diré de la filosofía, sino que al ver que ha sido objeto de estudio por los más sabios, y , sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de disputa y, por consiguiente, dudoso, no tenía ya esperanza de acertar yo mejor que los demás” (Discurso del método. Primera parte).

Sinopsis: Descartes vive en una época de crisis, de grandes cambios, en la que las certezas más inamovibles (geocentrismo) se vienen abajo con la Revolución científica. Por lo que se refiere a la filosofía del momento (la escolástica), el panorama es tanto o más desolador, algo que contrasta con el avance imparable de la Ciencia moderna en manos de Galileo. Ésta se caracterizará frente a la filosofía, por ofrecer nuevos conocimientos y por disponer de un método preciso y riguroso. Éste será el motivo que impulse a Descartes a hacer de la filosofía un “ciencia estricta”, tomando como modelo las matemáticas (no olvidemos que las matemáticas, a parte de su rigor, son la base de la sobre la que se edifica la Nueva Ciencia). Ello sólo será posible si se la dota de un método tan preciso y riguroso como el que posee la ciencia. Por este motivo, el “problema del método” se convierte en una cuestión prioritaria en la filosofía moderna, no sólo para el racionalismo sino también para el empirismo.

Necesidad de un nuevo método

-      Método: “Reglas para la dirección de la mente”

-      La finalidad del método:
·       Distinguir en todo momento lo verdadero de lo falso.
·       Hallar la verdad (= certeza).

-      El método cartesiano es el método matemático
·       A partir de una primera evidencia
·       Llevar a cabo deducciones

-      Las cuatro reglas:
·       Primera regla: la regla de la evidencia:
La primera es la de no aceptar como verdadera cosa alguna que no sea evidente, (...) esto es: aceptar sólo aquello que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que no hubiera ninguna ocasión de ponerlo en duda”.
·       Segunda regla: la regla del análisis:
Consiste en dividir las cuestiones (= problemas) que se han de examinar, en el mayor número de partes posibles y necesarias para su mejor solución”.
·       Tercera regla: la regla de la síntesis.
Exige “conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos”.
·       Cuarta regla: la regla de la comprobación: Revisar el proceso con el fin de estar seguro de no olvidar nada (en el proceso de análisis y de síntesis)

En este sentido, Descartes distingue en la Razón humana dos formas de conocimiento:

  1. La intuición o luz natural, que nos permite el conocimiento de las ideas simples, de un modo claro y distinto (evidente)
  2. La deducción: consiste en relacionar o conectar dos o más intuiciones entre sí. La deducción nos permite llegar a verdades complejas a partir de ideas simples (la deducción como “cadena de intuiciones”).

Como en las matemáticas, también en filosofía necesitamos partir de una “evidencia”, con el fin de “levantar” sobre ella todo el “edificio del saber”, para ello Descartes inicia un proceso de duda mediante el cual poder llegar aunque solo sea a una verdad evidente.

DUDA METÓDICA

Consiste en… dudar por sistema de todo aquello que no sea “evidente”. La duda será metódica ya que mediante ella se aplica el método, será provisional y no escéptica pues está convencido de encontrar al menos una verdad, universal, dudará de todo y teórica.

Los pasos o niveles de la duda

1.- Duda de los sentidos (percepciones).

“Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y más verdadero lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado que, a veces, tales sentidos me engañas, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado alguna vez”

Los sentidos nos ponen en contacto con el mundo material y nos proporcionan un conocimiento de las cosas que solemos aceptar como verdadero. Pero también sabemos que, a veces, los sentidos nos engañan. Efectivamente, existe un gran número de ilusiones y alteraciones perceptivas como, por ejemplo, cuando sumergimos un palo en el agua y lo vemos “quebrado”, y, sin embargo, sabemos que está entero. O cuando, por ejemplo, vemos desde lejos una torre redonda que, cuando nos acercamos un poco más, nos damos cuenta de que es cuadrada. Estos hechos son innegables. Pero..., ¿cómo saber que no nos engañan siempre? Sin lugar a dudas todos coincidiremos en que no nos engañan siempre.

No obstante, dado que Descartes busca una “primera verdad” “absolutamente cierta” (algo de lo que no se pueda “dudar” en ningún momento), con el fin de levantar sobre ella el resto de los conocimientos, concluirá diciendo que esa primera verdad no puede provenir de los sentidos.

2.- No distinción entre sueño y vigilia (dormido-despierto) (mundo)

Hasta ahora, Descartes nos ha llevado a dudar de la fiabilidad de los sentidos. A partir de este instante, va a llevar la duda un poco más lejos.

“En innumerables ocasiones he soñado que estaba aquí mismo, vestido junto al fuego, cuando en realidad estaba durmiendo en la cama. En este momento, estoy seguro de que estoy despierto mirando este papel... Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilusiones semejantes. Y profundizando en esta idea, veo de un modo tan claro que no hay indicios concluyentes, ni señales que basten para distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi sorpresa es tal que casi puedo convencerme de que estoy durmiendo”

Todos tenemos la experiencia de haber tenido sueños tan vivos que nos parecían reales. Sólo al despertar descubrimos que eran un sueño. Esto nos permite pensar que podemos estar dormidos y que las percepciones  sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodean, tan sólo son un “sueño”.

Este es el segundo motivo de la duda en Descartes: no sólo debemos dudar de que las cosas sean como las vemos, sino de la misma existencia de las propias cosas. Este motivo de duda nos lleva a rechazar la seguridad sobre la existencia de nuestro cuerpo y del mundo material (objeto de estudio de la física).Tampoco aquí encontramos esa verdad (o evidencia) sobre la que levantar el edificio de la filosofía.

3.- El geniecillo maligno (verdades matemáticas)

“Así pues, supondré que hay, no un verdadero dios, sino cierto genio maligno, tan poderoso como engañador, el cual ha empleado todas sus artes para engañarme”.

Descartes plantea la posibilidad de que, tanto él como todos los humanos, hayamos sido creados por un “genio maligno”, que, en el colmo de la maldad, haya hecho nuestra inteligencia de tal manera que se equivoque cuando piensa que ha alcanzado la verdad. Los motivos de duda afectan, en este caso, a todos nuestros conocimientos, incluidos las verdades matemáticas (consideradas desde siempre como evidentes y absolutamente ciertas).

En conclusión: la dudad radical (duda metódica) ha llevado a Descartes a rechazar como evidente el conocimiento en su totalidad: desde las percepciones e impresiones más simples, pasando por la existencia del mundo, hasta las mismas verdades matemáticas. No parece haber una “verdad” o “certeza” que quede a salvo de la “duda metódica”. Será en este momento cuando Descartes encuentre la tan deseada certeza.



La primera verdad
Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo)

“Inmediatamente después me di cuenta de que, mientras quería pensar de ese modo que todo era falso, era necesario que yo, que a fin de cuentas era quien lo pensaba, fuera alguna cosa; y dándome cuenta de que esta verdad (“yo pienso, luego soy” (= existo)), eran tan firme y tan segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que buscaba” (D.M. 4ª)

En resumen, todo lo que pienso puede ser falso (incluidas las verdades matemáticas), pero de lo que no cabe duda es del hecho de que yo dudo, esto es: de que pienso. Mi existencia como “sujeto pensante” está más allá de cualquier posibilidad de duda. En consecuencia, esta afirmación (absolutamente verdadera) es la primera verdad.

De momento sólo podemos tener certeza de una cosa: de nuestra existencia como cosas (“res” = sustancias) pensantes. En el mundo de Descartes, de momento, estamos solos (somos como “cerebros en una cubeta”). Ahora bien, como seres pensantes tenemos ideas: ¿qué pasa con ellas?, ¿tienen alguna realidad?, ¿existen los objetos a los que ellas se refieren?

Descartes, se ve obligado en estos momentos a “reconstruir” lo que antes había “de-construido” con la duda: se trata de recuperar el mundo, de lanzar un puente entre el “yo-pensante” y las cosas.

¿Cómo? Recurriendo a dios. Dios va a ser el puente que garantice la realidad u objetividad de mis ideas (=representaciones) sobre el mundo. Veámoslo.

La segunda verdad: DIOS-SUSTANCIA INFINITA

Para entender cómo Descartes llega a dios, es necesario entender una distinción que hace nuestro autor. Según él, existen tres clases de ideas o contenidos mentales (el criterio en base al cual establece dicha clasificación será su “presunta” procedencia):

  1. Ideas adventicias: son todas aquellas que tendemos a creer que proceden de la experiencia. Representan objetos que están fuera de la mente humana y que adquirimos por medio de la experiencia. Entre ellas están las ideas de “ordenador”, “India”...
  2. Ideas “facticias” (de “factum”): son aquellas que proceden del propio sujeto. Son invenciones o construcciones nuestras. Entre ellas están las ideas de “sirena”, “marciano”...
  3. Ideas innatas: son aquellas que no proceden de la experiencia y que tan poco son una invención del sujeto. Son innatas, dado que están siempre en la mente humana desde nuestro nacimiento. Entre ellas está la del “cógito” y otra que para Descartes es fundamental: la idea de “infinito” (“res infinita”), idea a la que Descartes identifica con dios.

A partir de aquí (de la idea innata de “infinitud”), Descartes va a intentar demostrar la existencia de dios. Si realmente es innata, esto es, si es evidente (clara y distinta, y sin posibilidad alguna de duda), habrá logrado romper la soledad del “cogito”. Será el primer momento para llegar al “mundo”, un mundo perdido en el proceso de la duda.



La demostración de la existencia de Dios.

Según Descartes, la característica fundamental de dios es “infinitud” (dios es “infinito”, mientras que el resto de las cosas son “finitas”). La cuestión es si la idea de “infinito” es o no innata. Descartes cree que sí y da dos argumentos:

  1. Prueba ontológica (argumento ontológico –similar al de san Anselmo-). Es verdad aquello que percibimos clara y distintamente (1ª regla del método). Por ejemplo: de un triángulo percibimos clara y distintamente que sus ángulos suman dos rectos; por lo tanto, esto es verdad. Pero en la idea de triángulo no percibimos “clara y distintamente” que tenga que existir en la realidad. Su existencia no se puede intuir a partir de la noción de triángulo. En cambio, en la noción de dios, sí va incluida su existencia ¿Por qué? Porque en la noción de dios va incluida la idea de un ser necesario e infinito. Pues bien: dado que la no existencia de dios es una limitación o finitud, Descartes deduce que dios debe existir.

  1. Prueba gnoseológica (tomada de Agustín de Hipona). Tengo la idea de dios, es decir, la idea de un ser infinitamente perfecto. Tal idea ha de tener una causa, pues todo cuanto existe tiene una causa. Pues bien, la idea de dios no es una idea adventicia, pues nada hay en la experiencia infinitamente perfecto. Y tampoco puede ser una idea facticia, ya que yo (sustancia finita) no puedo ser la causa de algo infinito. En consecuencia la idea de dios ha de ser una idea innata, “causada” por el mismo dios en mí.

En conclusión, la idea de dios es innata y, por lo tanto, clara y distinta (evidente), razón por la que dios tiene que existir. Una vez que Descartes cree haber demostrado la existencia de dios, sólo le queda “llegar al mundo”. ¿Cómo lo consigue?

Echemos un poco la mirada hacia atrás. Para nuestro autor dios es un ser infinito, absolutamente perfecto y bueno y por tanto “veraz” (no puede engañarse ni engañarnos). Por lo tanto, no ha podido crear al hombre de tal forma que se engañe o equivoque siempre que crea conocer algo.

Consecuentemente a las ideas de las cosas materiales (ideas adventicias), les ha de corresponder unas realidades corpóreas. Dicho de otro modo: los objetos a los que dichas ideas se refieren, han de existir. De este modo, Descartes “recupera” la “realidad” del mundo que había “perdido” en el proceso de la duda. En cuanto a la naturaleza de estos cuerpos, Descartes afirmará que es la “extensión”: los cuerpos materiales son “res” o “sustancias” extensa. Según Descartes, la única cualidad objetiva de las cosas es la “extensión” (longitud, anchura y profundidad), el resto de cualidades “color”, “olor”... son subjetivas. Por esta razón, la naturaleza de los cuerpos es la extensión. Tercera verdad, existe la sustancia extensa.

Tres son los tipos de realidades o sustancias (res).

Descartes entiende por sustancia “aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”. En sentido estricto, sólo dios sería “sustancia”; en sentido amplio, junto a la sustancia infinita (dios), Descartes habla de otras dos:

  1. Las “sustancias pensantes” (res cogitans).

  1. Las “sustancias extensas” (res extensas).





Antropología: el hombre como unión de alma y cuerpo (pensamiento y extensión).

La posición que defiende Descartes acerca de la “sustancia” (aquello que no necesita de nada para existir) le lleva a sostener un dualismo antropológico. El ser humano es el resultado de la unión de dos sustancias (dos realidades independientes que no se necesitan para existir): res cogitans y res extensa.
La res cogitans es inmortal y se caracteriza por obrar de forma libre (no está sometida a las “leyes mecánicas” que gobiernan el universo). En relación a la res extensa, Descartes sostiene una concepción mecanicista de ésta: el cuerpo es una máquina, sometida a leyes puramente mecánicas (física), que ha de ser gobernada por el alma.

La relación entre ambas sustancias, sería algo similar a la relación entre un  capitán que dirige y gobierna a su nave. El punto de interacción (unión) entre ambas sustancias, se situaría en el cerebro, concretamente en la “glándula pineal”.

La ética cartesiana.

Descartes distingue entre acciones y pasiones. Las primeras dependen de la res cogitans. Las segundas (los sentimientos, las emociones y las percepciones), de la res extensa. En no pocas ocasiones, las pasiones “presionan” a la res cogitans, empujándola unas veces hacia el bien y otras hacia el mal. La ética cartesiana se va a centrar en el control de éstas mediante la prudencia. Será la prudencia la que logre que en el hombre, la res cogitans se imponga a la extensa.

En su relación con el cuerpo, el alma racional debe controlar y someter las pasiones que tienen su origen en el cuerpo. Así, el hombre liberado de las pasiones debe dirigir libremente su acción voluntaria hacia los fines que la razón le proponga. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo pues entonces es cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa sino que gobierna en él su cogito. La libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero.

Para finalizar, Descartes dedica unas líneas a la “moral”: una moral, en palabras de nuestro autor, provisional.

Dentro de ella, señala una serie de reglas:

1.           Hay que obedecer las leyes y costumbres del país (aceptar las normas morales vigentes en la  sociedad, la religión y el orden político existente).
2.                Hay que seguir con decisión las resoluciones tomadas.
3.          Hay que ocuparse de aquello que está en las manos de uno y desentenderse de lo que nos sobrepasa. 


Esquema- resumen: 



Presentación de Descartes:


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