martes, 15 de diciembre de 2020

Tema 7: El empirismo. Hume.

  

EL EMPIRISMO Y LAS CIENCIAS SOCIALES

LOCKE Y HUME

 INTRODUCCIÓN

A) CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO

El empirismo se extiende, en realidad, a lo largo de dos siglos. Sería mejor, quizá, exponerlo dentro del pensamiento de la Ilustración, ya que Locke fue uno de sus inspiradores, y Berkeley y Hume vivieron en el siglo XVIII. Sin embargo, ha prevalecido la costumbre de tratarlo en paralelismo con el racionalismo, desvinculándolo así de su contexto histórico-cultural.

La situación sociopolítica de Inglaterra en los siglos XVII y XVIII es absolutamente peculiar y difiere del resto de Europa. Si en el continente prevalece el absolutismo, en Inglaterra tiene lugar la Revolución burguesa. Entre los años 1640-1650 se generaliza en toda Europa un movimiento revolucionario contra la monarquía absoluta. Se pretenden: derechos individuales, abolición de los monopolios del estado, intervención del pueblo en la legislación... La revuelta social es protagonizada por una clase social que es dueña del dinero y conoce su fuerza: la burguesía. Pero sólo consiguió triunfar donde se le unió la nobleza. Tal es el caso de Inglaterra.

Las teorías políticas toman al hombre y a la razón como su centro. De ahí que decline inevitablemente la doctrina del origen divino del poder y sea sustituida por otras que conciben el Estado como un hecho artificial , como una convención o contrato entre hombres, en virtud del cual se deciden entregar el poder al monarca para que éste los gobierne con el único fin de procurarles la felicidad. Los reyes respondieron a esta obligación con burocracias modernizadas y sistemas jurídicos racionalizados, pero gobernaron según su criterio (“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”). Esta contradicción entre la práctica política y las ideas que le daban legitimidad condujeron a la Revolución Francesa de 1789.

En lo social y económico reina sin discusión el racionalismo científico y técnico. El entendimiento de la naturaleza como un sistema gobernado por leyes no es una mera afirmación de los libros racionalistas o empiristas, sino que actúa como una fuerza que hace cambiar todo. Las grandes ciudades, las Universidades, las Academias, la fundación de la masonería incluso..., todo contribuye al auge de una nueva clase social, la burguesía, que ha hecho suyo este principio fundamental y, poniéndolo en acción, transforma la realidad como nunca antes había hecho.

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Tema 7 – El Empirismo: Locke y Hume

Hume es uno de los mejores exponentes de la corriente empirista.

El primero de los autores cuya huella puede reconocerse en Hume es Francis Bacon (1561-1626), de quien ha solido decirse erróneamente que inicia el empirismo.

El proyecto fundamental es “establecer y extender el dominio de la raza humana sobre el Universo, (...) lo cual depende, por entero, tanto de las artes como de las ciencias. Porque no podemos dominar la Naturaleza sino obedeciéndola “.

(Novum Organum, 1, 129).

En la filosofía de Hobbes (1588-1679) está el germen del escepticismo. La naturaleza no es para él, como para Galileo y Descartes, otra cosa que el cuerpo material. Los juicios que nos hacemos sobre ella son relaciones discursivas de la mente, pero el cuerpo es una sustancia absoluta, independiente de nuestros juicios y anterior a todas las cualidades que se muestran en ellos. Las sensaciones conscientes, que son la fuente original del saber, no salvan este abismo entre las cosas y el espíritu, pues son modificaciones de nuestros órganos corporales, debidas, es verdad, a la presión de los objetos externos, pero separadas y distintas de ellos.

¿Puede decirse que es una solución de los problemas de la filosofía el mostrar los estrechos límites del entendimiento, como hace Hume? El análisis crítico del poder de la razón, que él comenzó, encontró su continuador en Kant, el filósofo que convirtió la metafísica en la ciencia de los límites de la razón. Es lo más valioso de la doctrina de Hume y es, según dice el propio Kant, la tendencia que él mismo eligió deliberadamente.

B) CARACTERIZACIÓN GENERAL DEL EMPIRISMO

El término “empirismo” viene de la voz griega “empeiría“, que significa “experiencia”. En sentido general, empirista es todo sistema filosófico que atribuye a la experiencia el papel fundamental. Así entendido, el nombre empirismo no es exclusivamente aplicable al movimiento filosófico que se desarrolla en el Reino Unido entre finales del siglo XVII y el XVIII, conocido comúnmente como “empirismo inglés”. El empirismo es considerado como una doctrina de carácter epistemológico, es decir, relativa a la naturaleza del conocimiento, consistente en un estilo de filosofar característico y que se distingue por una serie de posturas como resultado de su aceptación:

– En epistemología dará lugar al “Positivismo”.

– En ética, al “Utilitarismo” y al “Emotivismo”.

– En cuanto a la concepción de la praxis, al “Constructivismo”.

– En lingüística, al “Nominalismo”.

– Relativo a la estética, al “Hedonismo”.

Suele caracterizarse al empirismo inglés, contraponiéndolo al racionalismo continental, aunque ambos coinciden en señalar que el objeto del conocimiento son las ideas; pero mientras que los racionalistas sostienen el origen innato de las mismas, los empiristas consideran que todas las ideas proceden de la experiencia. La experiencia es para estos últimos la fuente, el criterio de

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Tema 7 – El Empirismo: Locke y Hume

validez y el límite mismo del conocimiento. Por experiencia entienden tanto la experiencia externa como la experiencia interna.

Si los racionalistas consideran la matemática como modelo del saber y adoptan, como ideal de método, el método deductivo, propio de ésta; los empiristas se orientan en el sentido de la ciencia física (Boyle, Newton) y adoptan, como ideal de método, el método inductivo.

Las figuras más representativas del empirismo inglés son Locke, a quien se considera el padre del empirismo, Berkeley y, por último, Hume, el más radical de los tres.

C) CRÍTICA AL INNATISMO

Según E. Cassirer, es la crítica al innatismo la que sirve indirectamente para legitimar el punto de partida del empirismo, que es la experiencia. Para el empirista el único y sólido fundamento para la ciencia es la experiencia y el modo peculiar de asimilarla, la observación. Por lo que, si se quiere ser coherentemente anti-innatista, se concluye siendo empirista.

Los antecedentes del empirismo se encuentran en la tradición del pensamiento inglés, especialmente en los pensadores de Oxford. Ya Bacon había escrito: “sine experientia, nihil sufficienter sciri potest” (Sin la experiencia nada se puede conocer suficientemente). Igualmente la corriente nominalista se había implantado profundamente en muchos pensadores ingleses.

En general el empirismo es una corriente filosófica contrapuesta, en muchos aspectos al racionalismo (ver cuadro). La contraposición parece más clara si se tienen en cuenta que el racionalismo había tomado como modelo a la ciencia moderna únicamente en su aspecto matemático, y que el empirismo había recogido el otro aspecto: la importancia de la experiencia.

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D) SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS ENTRE EL RACIONALISMO Y EL EMPIRISMO

SEMEJANZAS

DIFERENCIAS

Son críticas, porque se trata de unas filosofías del conocer y no del ser. Parten del análisis exhaustivo de la mente, pues sólo ella nos puede dar las fuentes, límites y propósitos de nuestro conocimiento. No son filosofías ontológicas. También tienen una intención ilustrada, sacar al hombre de la superstición y el engaño.

Difieren en cuanto al origen de las ideas de nuestramente.

Para el racionalismo: innatismo de las ideas. Para el empirismo: observacionismo de las ideas, que proceden de la experiencia. La fuente del conocimiento es la experiencia, de lo único que es posible ciencia.

Son antropocéntricas, porque su objetivo es

conocer las funciones de la naturaleza humana y los modos de comportamiento humano. Todas las ciencias están comprendidas dentro de la ciencia de la naturaleza humana; tratan, por tanto, al hombre en tanto que proporciona unidad al saber.

Difieren desde el punto de vista del Yo.

Para el racionalismo se trata de un “Yo constituyente” (primario), que encierra dentro de sí los principios generales de cualquier sistema del universo; posee incluso la idea de Dios e infinito.

Para el empirismo, al partir de la experiencia, se trata de un “Yo constituido” (generado), formado por la experiencia.

Son praxiológicas, porque tanto el racionalismo como el empirismo atienden a la ciencia que estudia sistemáticamente las condiciones y normas de la acción o praxis humana, referidas tanto a la acción práctico- técnica como a la acción política.

Difieren en el carácter del proceso de la

acción.

El racionalismo se encuentra en un idealismo, es una filosofía de la norma (normativismo), del deber frente al ser. Es una filosofía práctica normativista, imperativa, ya que hay unos principios que está escritos en la conciencia del hombre, por lo que los hechos se someten a las normas.

El empirismo defiende un naturalismo de las instituciones sociales a las que considera productos (constructivismo inductivo), hechos naturales y el egoísmo y la simpatía son su origen. De ahí que traten de educar al egoísmo y extender la simpatía, para hacer posible la convivencia.

Son metodológicas, porque ambas son un análisis del carácter genético de la mente y de sus operaciones básicas y originarias.

Difieren en lo que entienden por análisis.

El racionalismo parte de un análisis formal de la mente, de las ideas, buscando el último principio de la verdad del que pueda derivar nuestro fundamento del conocimiento verdadero. Es un enfoque formal porque no busca materias últimas, sino el principio formal que permite el análisis de mis conocimientos verdaderos.

El empirismo parte de un análisis material de las ideas y de sus últimos átomos, estudian el contenido material de lo que se componen nuestras ideas o nuestras representaciones.

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Tema 7 – El Empirismo: Locke y Hume

Con el empirismo, el problema del conocimiento –su origen o fuente y su validez– pasa a ser el tema fundamental, o, al menos, el tema previo e imprescindible antes de comenzar cualquier investigación. Las tesis fundamentales del empirismo se pueden resumir así:

1. El origen del conocimiento es la experiencia. Tesis que implica la negación de las ideas innatas de los racionalistas.

2. El conocimiento humano no es limitado: la misma experiencia es su límite. Esto implica otra diferencia con el racionalismo, que sostiene que el conocimiento humano es ilimitado, es decir, puede llegar a conocerlo todo en la medida en que cuente con el método adecuado para ello. Paradójicamente, este límite del que hablan los empiristas culmina más bien en un escepticismo epistemológico, ya que sobre las cuestiones de hecho, sobre la experiencia, únicamente poseemos un conocimiento probable.

3. Todo conocimiento es conocimiento de ideas, sólo que el origen de las mismas está fuera de nosotros mismos. La teoría del conocimiento de racionalistas y empiristas es “representacionista”. Con esto queremos decir que ambos entienden el conocimiento como una re-presentación en la mente humana de lo que se da fuera de ella. Y lo que re-presenta a las cosas en la mente son las “ideas”.

En conclusión, el empirismo propone un nuevo concepto de razón: limitada y dependiente de la experiencia.

E) ORIGEN Y TIPOS DE CONOCIMIENTO

En este epígrafe comenzaremos por analizar la postura de J. Locke al respecto, posteriormente analizaremos la de D. Hume, empirista más radical y refinado que además introducirá una interesante crítica al concepto de causalidad.

El primero de los empiristas en hacer una crítica a la teoría de las ideas innatas fue John Locke (1632-1704), de cuyas obras fundamentales podemos citar dos: (Ensayo sobre el entendimiento humano y Dos tratados sobre el gobierno civil, publicadas en 1690).

Locke aborda el problema del conocimiento en el primero de los libros citados. Como para los racionalistas, el pensamiento no versa directamente sobre las cosas, sino sobre las ideas de las cosas, que constituyen el objeto inmediato del conocimiento. El planteamiento de Locke, por tanto, es el siguiente: los hombres poseen en su mente ideas, ¿cómo obtienen esas ideas? La respuesta de Locke a este problema se va desdoblar en dos momentos: primero, la negación de que el hombre posea esas ideas de una forma innata; segundo, la afirmación de que el origen de las ideas es la experiencia.

Nuestro conocimiento tiene unos límites claros, su origen y límite es la experiencia, no se puede aplicar el conocimiento a lo que está más allá de la propia experiencia. El empirismo manifiesta desde el primer momento una radical negativa a que nuestra mente posea conocimientos innatos, nuestra mente es una “tabula rasa”, una página en blanco donde se inscriben las ideas que proceden de la experiencia.

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Locke dedicó el libro primero de su obra (Ensayo acerca...) a demostrar que no existen ideas ni principios innatos. Si los hubiera, argumenta Locke, los poseerían todos los hombres desde el primer momento de su existencia, cosa que ni los niños ni los simples poseen. No hay, pues, ideas innatas. Hume, por su lado, no dedicó mucho tiempo ni espacio al tema a compartir enteramente la postura de su antecesor en el empirismo.

Pero, ¿cómo estudiar el modo en que nuestros conocimientos se originan a partir de la experiencia?, ¿cuál es la génesis de nuestras ideas? Aparentemente, no existe más que un camino: tomar nuestras ideas más complejas y descomponerlas hasta encontrar las ideas más simples y, aquí, estudiar cómo se combinan y asocian formando las complejas.

Se trata, pues, de estudiar los mecanismos psicológicos de asociación y combinación de ideas. Este modo de plantear el problema suele denominarse psicologismo, y suele definirse así: doctrina según la cual el valor de los conocimientos depende de su génesis, estudiada desde el punto de vista de los procesos psíquicos de la mente humana.

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I – JOHN LOCKE

Nace en Wrington, cerca de Bristol (1632-1704). Estudia en Oxford. No le interesa la escolástica, pero lee a Descartes. Se interesa por las ciencias (física y química), se hace amigo de Boyle, y estudia medicina. Es un puritano convencido y pronto se liga a Ashley Cooper, futuro conde de Shaftesbury, jefe del partido liberal de los whigs (1666), que gobierna entre 1672-1675. A la caída de Shaftesbury, se marcha a Francia, donde mantiene contactos con cartesianos y científicos. En el 85 escribe su primera Carta sobre la tolerancia. En 1690 publica sus dos obras más importantes Dos tratados sobre el gobierno civil (justificación de la revolución) y Ensayo sobre el entendimiento humano. Entabla amistad con Newton. Dedica el resto de su vida a escribir, ocupando brevemente algún cargo político.

Locke no es un filósofo sistemático. Aborda temas diversos con gran originalidad, elegancia y claridad. Se le considera como el verdadero fundador del empirismo. Por otro lado, es el primer gran teórico del liberalismo político. La influencia de Locke en la Ilustración francesa será enorme, y en su pensamiento político se inspira la Constitución de los Estados Unidos de América.

1. – TEORÍA DEL CONOCIMIENTO: CONTRA EL INNATISMO

Al comienzo del Ensayo sobre el entendimiento explica Locke su propósito.

“Puesto que mi intención es investigar los orígenes, alcance y certidumbre del entendimiento humano, junto con los fundamentos y grados de creencias, opiniones y sentimientos, no entraré aquí en consideraciones físicas de la mente, ni me ocuparé de examinar en qué puede consistir su esencia, o por qué alteraciones de nuestros espíritus o de nuestros cuerpos llegamos a tener sensaciones en nuestros órganos, o ideas en nuestros entendimientos, ni tampoco si en su formación esas ideas dependen, o no, algunas o todas, de la materia.” (Ensayo, I, Intr., 2).

El método empleado por Locke en su investigación es lo que él llama “método histórico”: un análisis descriptivo de lo que hay en la mente, semejante a la enumeración y clasificación que podría hacer un botánico.

La finalidad de este análisis es “conocer el alcance de nuestro conocimiento”. De este modo, frente a la confianza absoluta del racionalismo en el poder ilimitado de la razón, Locke parte de la creencia de que el conocimiento humano posee unos límites, más allá de los cuales ya no es posible saber nada. Lo cual no le impide mantener la confianza en las posibilidades cognoscitivas del ser humano: “El candil que nos alumbra brilla lo suficiente para todos nuestros menesteres”. Únicamente habrá que limitar “la osadía de presumir de un conocimiento universal”.

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2. – ORIGEN DE LAS IDEAS

No hay en los hombres, desde su nacimiento, nociones especulativas o prácticas, dice Locke. No existen ideas innatas, pues las tendrían los niños y los tontos, y, en consecuencia, no habría que empeñar tanto esfuerzo en enseñárselas. Y no vale oponer a esto, como muchas veces se ha hecho, que tales ideas innatas estarían ocultas en el alma y se manifestarían en la edad adulta, cuando los hombres entran en la razón.

Esta crítica no va dirigida contra Descartes, pues él tuvo por innatas las ideas que su razón había encontrado evidentes sin ayuda externa, lo que no equivale a admitir que se hallan por igual en todos los hombres, incluidos los necios, los locos y los niños. Fue más bien el pensamiento antiguo el que, con unas pocas excepciones, se inclinó por el innatismo. La teoría platónica de la reminiscencia, que combinaba elementos órficos-pitagóricos con la intención de distinguir el verdadero saber de la opinión, y la teoría agustiniana de la iluminación ejercieron una profunda influencia durante toda la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna. El innatismo se refería también a la moralidad, por cuanto se consideraba que las normas básicas que rigen la conducta están presentes por igual en todos los hombres. Esto era generalmente admitido en tiempos de Locke, por lo que su refutación iba dirigida contra la creencia general. Como parecía un ataque a la moral, produjo un fuerte impacto que en el presente, lejos ya de esa creencia, resulta difícil de entender.

Si la crítica es certera, si el alma es un papel en blanco, ¿de dónde vienen entonces tantas representaciones como los hombres tienen sobre la vasta maquinaria del universo y las leyes que la rigen , sobre el inmenso cúmulo de los sentimientos y las pasiones , sobre los miedos , temores y esperanzas? La respuesta de Locke es simple y contundente: de la experiencia, aplicada a los objetos sensibles del exterior o a las operaciones mentales del interior. La experiencia, fuente de todo pensar, es doble: sensación y reflexión.

a) La sensación nos ayuda a adquirir conciencia de las cualidades que afectan a los objetos externos, como son el color, el peso, la dimensión...

b) La reflexión nos ayuda a dudar, razonar, pensar, recordar...

La experiencia sensible es el origen de la idea, entendida como aquello en que la mente se emplea cuando piensa. Locke entiende por idea todo lo que ocurre en nuestra mente cuando pensamos. Pensar consiste en pensar ideas. En definitiva, la mente conoce ideas, no seres reales.

Para Aristóteles y Descartes el objeto de conocimiento lo constituía la propia realidad; es decir, con las ideas representábamos de modo directo las cosas externas; en cambio, Locke, piensa que nuestro conocimiento se queda de manera inmediata en las propias ideas. No tenemos conocimiento inmediato de nada, salvo de nuestras propias ideas y éstas nos son suministradas por los sentidos.

Al igual que la casa se hace con ladrillos, así el conocimiento se construye con ideas. Locke

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distingue:

• Ideas simples: son los datos inmediatos de nuestro conocimiento, algo así como átomos del conocimiento, en sentido de que ya no son divisibles, analizables o reductibles. Son, pues, elementos últimos del conocer. Provienen 1) de la experiencia externa (ideas de sensación) o 2) de la experiencia interna (ideas de reflexión). Son el color, sabor, sonido, frío, figura, movimiento, reposo, extensión del cuerpo, deseo, deducción, recuerdo, dolor, disgusto, fuerza, unidad... Pueden proceder de un solo sentido o de varios a la vez, pueden proceder también de la reflexión y, por último, de la sensación y la reflexión simultáneamente.

Una vez que la mente posee esas ideas simples no puede alterarlas, destruirlas o sustituirlas por otras a voluntad.

• Ideas complejas: son las que resultan de la combinación, comparación o repetición de las ideas simples. De aquí se desprende que el entendimiento es incapaz de producir una sola idea nueva.

Mientras que con las ideas simples el entendimiento humano es pasivo, es decir, que se limita a recibirlas, en cambio, con las ideas complejas el entendimiento es activo, actúa combinando y relacionando ideas simples.

Locke distingue tres tipos de ideas complejas: substancia, modos y relación. De las tres, detengámonos en la de substancia. Éstas (idea de hombre, árbol, piedra...) son complejas, es decir, compuestas de una serie de cualidades o ideas simples.

Tomemos una cosa cualquiera, por ejemplo, una rosa. ¿Qué es lo que percibimos?: un cierto olor, una figura, un tamaño, una sensación agradable al tacto..., en una palabra: un conjunto de sensaciones simples. Pero, ¿es esto la realidad de la rosa? No, opina Locke. El color, olor, tacto... no son la rosa: son el color de la rosa, el olor de la rosa... Lo único que conocemos son ciertas cualidades que tiene la rosa, pero no sabemos qué es la rosa, que suponemos será un algo que soporta estas cualidades. La substancia, el soporte de las cualidades es, según Locke, incognoscible, es (según él), un “no sé qué”. No conocemos la sustancia. No sabemos qué es la rosa aunque conozcamos sus cualidades. La estructura que soporta estas cualidades nos permanece oculta, es decir, no está dada en sí misma a la experiencia; de forma inconsecuente, Locke admitirá que es, pese a todo, un algo.

Por lo demás, esta clasificación es coherente con la negación del innatismo, a la que añade un argumento más.

¿Qué conocemos en nuestras ideas? Locke afirma que cualidades. Hay dos tipos de cualidades:

a) Las cualidades primarias se encuentran en los objetos y no pueden separadas de ellos, de - 9 -

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tal modo que todas las alteraciones y cambios que el cuerpo sufra se mantienen;

b) Las cualidades secundarias no son propiedades de los objetos, no se puede decir que se encuentren en ellos, sino que consisten en el influjo o en las afecciones que los cuerpos producen en nuestros órganos de los sentidos: sonido, sabores...

Si, como se ha dicho anteriormente, la mente no conoce las cosas inmediatamente, sino por la intervención de las ideas que de ellas tiene, entonces ¿dónde se halla la garantía de que unas se corresponden realmente con las otras?

Descartes se había enfrentado a la misma cuestión cuando, al querer demostrar que la materia existe, hubo de recurrir a un Dios bueno incapaz de engañarle. Por el mismo motivo echa mano Locke de un recurso habitual en su época: el principio de causalidad.

Este principio dice que todo efecto tiene una causa, o que todo lo que empieza a existir tiene una causa eficiente realmente distinta de sí. Su aceptación es necesaria para que la mente no quede encerrada en sí, con sus ideas, sin acceso al mundo externo. Es decir, para no caer en el solipsismo, amenaza que se cierne sobre toda la filosofía moderna. Una vez que se aceptó que la mente no piensa cosas, sino ideas, y que aquéllas sólo son tenidas en cuenta cuando son representadas en éstas se exigió aceptar una concepción que se remonta a los filósofos antiguos: solamente lo semejante es conocido por lo semejante. Luego tiene que haber similitud entre objeto externo e idea interna. ¿De dónde le viene tal similitud? Según Locke, del objeto mismo, que es la causa de la idea. Las ideas simples no son producto de la fantasía, sino de las cosas externas. El acomodo entre unas y otras ha sido así ordenado por la suprema sabiduría del Hacedor. Ésta es la solución de Locke. No deja de causar sorpresa que también él, como antes Descartes, se vea obligado a recurrir a Dios para asegurar la certeza del conocimiento.

3. – CLASES DE CONOCIMIENTO

El conocimiento se define no en relación a la experiencia, sino como “la percepción del acuerdo y la conexión – o del desacuerdo y rechazo- entre cualesquiera de nuestras ideas”. El acuerdo entre ideas puede ser de identidad o diversidad, de relación, de coexistencia o conexión necesaria y de existencia real. Ese conocimiento puede ser percibido:

• Por intuición inmediata: Algunas veces la mente percibe el acuerdo o desacuerdo de dos ideas inmediatamente a partir de las mismas, sin intervención de ninguna otra. Percibe por intuición que “blanco no es negro” y que “tres son más que dos“. Es un conocimiento claro y seguro (muy cartesiano).

• Por demostración: La mente no percibe de modo inmediato el acuerdo o desacuerdo de ideas, sino que precisa de la intervención de otras ideas (por ejemplo, en el razonamiento matemático: las proposiciones necesitan ser probadas o demostradas)

• Por la sensación: Es el conocimiento que procede de la experiencia y se apoya en la probabilidad. Este conocimiento sensible es el más inseguro (aunque esta afirmación resulte, - 10 -

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en cierto sentido, muy poco empirista).

4. – EL MUNDO REAL

Aunque lo que conocemos son las ideas – no las cosas- Locke no duda que exista un mundo real. Sostiene, pues, una postura “realista”, no “idealista”. Pero se trata de un realismo crítico (es decir, no asume sin más que lo que se me presenta directamente real) bastante cercano, en algunos aspectos, al cartesianismo.

“Tenemos un conocimiento intuitivo de nuestra propia existencia, y un conocimiento demostrativo de que existe un Dios; de la existencia de las demás cosas no tenemos sino un conocimiento sensible, que no se extiende más allá de los objetos que están presentes a nuestros sentidos”.

Para Locke (de acuerdo con Descartes), la mente está siempre presente ante sí misma (conciencia de sí); por tanto, intuye su propia existencia (sin que para ello parezca necesitar el intermediario de ninguna idea).

En cambio, las cosas materiales son conocidas a través de las ideas. Y Locke reconoce que “tener la idea de una cosa en nuestro espíritu no prueba su existencia”. Por tanto, la sensación no prueba, sin más, que existe la cosa sentida, con la certeza que dan la intuición o la demostración, pero sí nos da un conocimiento suficiente.

5. – LÍMITES DEL CONOCIMIENTO

Locke es, en principio, muy tajante: no es posible ir más allá de las ideas simples. Todo lo más que se puede hacer es formar con ellas ideas complejas.

“Me parece que los límites de nuestro pensamiento son, con toda seguridad, las ideas simples que recibimos a partir de la sensación y la reflexión, límites más allá de los cuales la mente, por muchos que sean sus esfuerzos, no puede avanzar ni una pizca; ni tampoco puede descubrir nada cuando intenta introducirse en la naturaleza y en las ocultas causas de aquellas ideas”.

Sin embargo, Locke traspasa esos límites con demasiada frecuencia. Por ejemplo, en su utilización acrítica del concepto de causa, o al admitir la idea de substancia. Igualmente, cuando explica cómo nos formamos la idea compleja de “Dios”: tomamos ideas simples procedentes de la reflexión (como conocimiento, poder, felicidad...) y “las ampliamos con la idea de “infinitud”, de manera que, poniéndolas todas juntas, forjamos nuestra idea compleja de Dios”.

6. – LA POLÍTICA

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Mientras Hobbes fue el teórico del absolutismo. Locke, cuarenta años más tarde, y en el contexto de la segunda revolución inglesa, elabora una teoría política diametralmente opuesta: es el gran teórico del liberalismo político.

Las ideas principales de la teoría política de Locke son las siguientes:

• En el estado de naturaleza todos los hombres son libres, iguales e independientes. Existe el derecho de propiedad, la ley de naturaleza impone el respeto mutuo y no existe la “guerra de todos contra todos”. Los individuos, sin embargo, poseen el derecho a castigar a los infractores de las leyes de la naturaleza.

• El Estado es creado por un contrato entre los hombres para proteger mejor el derecho de propiedad. El contrato supone ceder algunos derechos, fundamentalmente los de hacer leyes y castigar a los infractores. Locke propone la separación de poderes, sancionando así la dualidad monarca-Parlamento. Con ello pretende limitar el poder del monarca y proteger los derechos y las libertades de los individuos.

• La tolerancia es otro de los temas abordados por Locke, quien defiende la libertad de pensamiento y la libertad en todo aquello en que no se perjudique a los demás y no sea una conducta viciosa. Igualmente, establece una separación entre lo temporal y lo espiritual.

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II – DAVID HUME

 INTRODUCCIÓN: VIDA Y OBRA DE HUME

David Hume nació el 26 de Abril de 1711 en Edimburgo. Estudió en aquella universidad jurisprudencia, pero sus aficiones le llevaban a la filosofía y a la literatura.

Tras un breve intento de ejercer la abogacía en Bristol, se trasladó a Francia, donde permaneció tres años (1734-1737) para proseguir sus estudios. Estableció, entonces aquel plan de vida que siguió constantemente después: “resolví suplir mi escasa fortuna con una rígida frugalidad, mantener intacta mi libertad y considerar como despreciable todo lo que no se refiriese a la aplicación de mi ingenio a las letras”. Durante su permanencia en Francia compuso su obra fundamental Tratado sobre la naturaleza humana (1738).

Vuelve a Inglaterra donde publica sus Ensayos morales y políticos, que tuvieron una mejor acogida que la primera obra.

Entre 1745 y 1748 desempeña varios cargos políticos y ocupó embajadas militares en Viena y en Turín. Estando en ésta última se publicaron Las investigaciones sobre el entendimiento humano, que reelaboran de forma más sencilla y llana la primera parte del Tratado.

En 1752 obtiene el cargo de bibliotecario en Edimburgo y empezó a componer una Historia de Inglaterra. El mismo año publica Investigaciones sobre los principios de la moral (reelabora ahora la segunda parte del Tratado). Escribiría Historia de la religión natural y Diálogos sobre la religión natural, que fueron publicados después de su muerte.

En 1763 Hume fue nombrado secretario del embajador de Inglaterra en París y allí permaneció hasta 1766 frecuentado, con bastante acogida, la sociedad intelectual de la capital francesa.

Vuelto a Inglaterra, hospedó en su casa a Juan Jacobo Rousseau; pero el carácter sombrío del filósofo francés provocó la ruptura entre ambos.

Desde 1769 Hume, rico ya, llevó una vida tranquila de inglés acomodado y murió en Edimburgo el 25 de Agosto de 1776.

La evolución del pensamiento de Hume puede ser seguido a través de dos de sus obras:

• En el Tratado pretende aplicar el método científico (válido en la ciencia de la Naturaleza) a los “asuntos morales” es decir a la “ciencia del hombre”. Quiere a la vez, unificar todas las ciencias, basándolas en una ciencia fundamental: la ciencia de la naturaleza humana. Por lo cual el cometido de esta ciencia es, ante todo, examinar la extensión y las fuerzas del entendimiento humano. Tal proyecto debe ser explicado dentro de un marco empirista (“no podemos ir más allá de la experiencia”) y su instrumento de análisis debe ser la ley de asociación de ideas.

• En la Investigación sobre en entendimiento humano refleja parte de su frustración por la mala acogida del Tratado. Muestra un escepticismo total y abandona la idea de crear una ciencia del hombre. Esta nueva obra es mucho más breve y se centrará en el análisis del entendimiento humano. Posee ahora un carácter más crítico. Lo que Hume busca ahora es fijar los límites de la - 13 -

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capacidad del conocimiento humano. El instrumento de análisis que emplea ahora es nuevo: la distinción entre cuestiones de hecho y relaciones de idea.

El proyecto del empirismo inicial fue establecer el origen y límites del conocimiento humano. Tarea que inició Locke, pero que resultó ser incoherente en algunos puntos (la aceptación no del todo crítica de la idea de sustancia). El obispo Berkeley, otro de los empiristas ingleses, trató de subsanar estas deficiencias e incurrió en otras aún mayores, pues partía de la idea de Dios como sustento y garantía de la experiencia. Por todo esto, Hume se tomará el trabajo de crear un empirismo coherente y, además, autosuficiente.

En su obra se hace patente la dimensión y vocación anti-metafísica del empirismo; la metafísica, dice Hume, no ha sido nunca ciencia, sino un vano deseo de penetrar en lo impenetrable, cuando no la obra astuta de la superstición, de las angustias y prejuicios de la religión.

1. – TEORIA DEL CONOCIMIENTO EN HUME: CONTRA EL INNATISMO Y EL CONCEPTO DE CAUSALIDAD

Frente a Locke, que mantuvo una actitud empirista moderada sin atreverse a sacar todas las consecuencias que se hallaban implícitas en sus presupuestos de partida; Hume, sin embargo no se detiene y lleva hasta el extremo las consecuencias epistemológica de su teoría. En este sentido lleva a cabo una crítica demoledora contra la metafísica y la moral tradicional. Ya está bien de conceptos abstractos y de profundidades insondables (viene a decir Hume), el entendimiento humano no da para tanto y, siendo rigurosos, en el único campo cognoscitivo en el que podemos movernos con certeza y claridad será el lógico– matemático, en todo lo demás tenemos la obligación de ser escépticos.

1.1. – LOS PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO SEGÚN LA GNOSEOLOGÍA EMPIRISTA HUMEANA

a) Principio empirista. “todos los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa”. “La razón no puede nunca engendrar una idea original” (oposición al innatismo);

b) Principio de inmanencia. “Nada puede estar en la mente sino una imagen o una percepción siendo los sentidos los conductos por los que se trasmiten esas imágenes” (Todo contenido posible de la conciencia serán o impresiones o ideas);

c) Principio de copia o correspondencia. “Todas nuestras ideas no son sino copias de nuestras impresiones, es decir, es imposible pensar algo que no hemos sentido previamente por nuestros sentidos internos o externos” (vuelta a negar las ideas innatas);

d) Principio de asociación de ideas. “Las ideas no se encuentran desconectadas en la mente ya que la imaginación tiene gran poder para combinarlas y mezclarlas. Existen tres leyes: semejanza, contigüidad y causa–efecto”;

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e) Principio de negación de las ideas generales (nominalismo) “Hablando con propiedad, no existen las ideas generales y abstractas sino que todas ellas no son sino ideas particulares vinculadas a un término general.

A partir de estos principios podemos seguir, paso a paso, todo el razonamiento de Hume.

1.2. – ELEMENTOS Y TIPOS DE CONOCIMIENTO

A) ELEMENTOS DEL CONOCIMIENTO

No satisfecho con la manera en que Locke utilizó el término “idea” para referirse a todo lo que conocemos, Hume reservó el término “idea” para designar sólo ciertos contenidos del conocimiento.

Hume no admite más que un tipo de entidad, a saber: las percepciones de la mente humana, divididas en dos clases:

a) Las impresiones: son las percepciones irreductibles y fundamentales, y poseen una mayor fuerza y vivacidad en la mente que las ideas. A su vez las impresiones las podemos dividir en:

– Impresiones de sensación: Percepciones vivas e intensas que se producen cuando vemos, oímos, tocamos... Todas las sensaciones (impresiones de sensación) forman nuestra experiencia externa.

– Impresiones de reflexión: Percepciones vivas e intensas que experimentamos cuando sentimos placer, dolor, agrado y todo tipo de pasiones y emociones. Forman nuestra experiencia interna.

b) Las ideas: Hume las define como “las imágenes difuminadas de las sensaciones en el pensamiento y el razonamiento”. Las ideas son pensamientos, recuerdos e imágenes que son “copias” de impresiones y, por tanto, menos vivas y más borrosas. Estas ideas pueden ser:

– Ideas simples: a estas ideas corresponde una impresión. No son analizables (descomponibles) en otras ideas. La idea de “azul”, se corresponde con la impresión de color azul.

– Ideas complejas: están formadas por varias ideas simples, cada una de las cuales se corresponde con una impresión. Al estar formadas por varias ideas es posible analizarla (descomponer). La idea de “melocotón”, está formada por la idea de rojo, redondez, suavidad, ligereza…

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Tema 7 – El Empirismo: Locke y Hume

La distinción entre ambas clases de ideas radicará en su intensidad. Evidentemente, las impresiones serán “percepciones más intensas”, pues se refieren más inmediatamente a los datos de la sensibilidad.

Las ideas complejas se forman en base al principio de asociación de ideas. Y es que las ideas no se encuentran desconectadas en la mente. Por un lado, la imaginación hace que las ideas se combinen y mezclen; por otro lado, existe también en las ideas en sí mismas “una especie de atracción”. Las tres leyes por las que las ideas se asociarán serán:

• Ley de la Semejanza. Una pintura conduce naturalmente nuestros pensamientos a su original.

• Ley de la Contigüidad. La mención de la habitación de un edificio lleva a preguntar naturalmente acerca de las demás (contigüidad en el espacio pero también podría ser contigüidad temporal).

• Ley de Causa-Efecto. Si pensamos en una herida resulta difícil no pensar naturalmente en el dolor consiguiente.

B) TIPOS DE CONOCIMIENTO

Nuestro conocimiento, dice Hume, es de dos clases. El uno se interesa por “lo que respecta a los hechos”, y el otro por “las relaciones de las ideas entre sí”:

a) Conocimiento de las relaciones entre ideas: Pertenecen a este tipo de

conocimiento las ciencias de la Geometría, Álgebra y Aritmética, es decir, todas las ramas de la Matemática; ésta ciencia expresa VERDADES DE RAZÓN, relaciones formales entre ideas, sin atender para nada a las cuestiones de hecho, con independencia de lo que pueda existir en cualquier parte del universo. Las relaciones entre ideas valen de forma necesaria, son así y no pueden ser de otra forma, sencillamente porque el negarlas nos llevaría a una contradicción, es decir se ajustan al principio de no contradicción.

b) Conocimiento de las cuestiones de hecho: este tipo de conocimiento no ofrece el grado de necesidad de las ciencias formales, es decir, son así pero podrían ser de otra manera, negar o decir lo contrario de una cuestión de hecho no implica contradicción, sino que puede ser algo probable o posible.

Ya desde Aristóteles, el conocimiento científico de los hechos es un conocimiento por causas, y el mismo Hume afirma que el conocimiento de cuestiones de hecho se basa en las relaciones causa-efecto. Sé que en el agua me puedo ahogar porque considero que el agua (causa), puede producir en mí tal efecto (ahogamiento). Todo esto son hechos que se establecen por la experiencia y no por análisis de las ideas, como ocurría en el caso del conocimiento matemático. El hecho que se ponga de manifiesto la relación entre causa y efecto, que de hecho se den esas conexiones y, cómo sean éstas conexiones, sólo podrá decírnoslo la experiencia.

Las verdades a las que llegamos en este tipo de conocimiento las denominamos VERDADES DE HECHO. Esto significa que el principio de contradicción no basta para conocerlas, sino que debemos apelar a la experiencia para conocerlas.

Así, por ejemplo, no es imposible (no es necesario) que el sol salga mañana; no se sigue el principio de no-contradicción. En cambio, que los 3 ángulos de un triángulo han de sumar 180º es necesario; se sigue del principio de no-contradicción, pues es imposible pensar propiamente lo contrario (puedo decirlo, pero entonces se tratará de una mera construcción verbal o bien es que no sé lo que estoy diciendo).

El principio empirista fundamental afirma que todos nuestros pensamientos, conceptos y conocimientos deben basarse en la experiencia. Estas leyes y principios nos permitirán criticar nuestros (supuestos) conocimientos en función de su origen. Es decir, el método es histórico, en el sentido de que la verdad de un conocimiento se determina rastreando su origen a partir de la experiencia y su posterior elaboración (o deformación) por la mente (mind). En términos de Hume, decir que todo conocimiento (ideas) tiene su origen en la experiencia, equivale a decir que tiene su origen en las impresiones, de las que son copias.

Así el llamado principio de copia (criterio empirista de la verdad), sirve de criterio de sentido o de significado de un término: un término tiene sentido, significado, si la idea que expresa es copia de una impresión.

«Si albergamos la sospecha de que un término filosófico se emplea sin significado o idea alguna (como ocurre con frecuencia), sólo habrá que preguntar de qué impresión se deriva la supuesta idea; y, si es imposible asignarle una, se habrá confirmado nuestra sospecha». (Investigación acerca...)

Será la aplicación reiterada de este criterio del sentido (meaning) de un término, lo que llevará a Hume a concluir que conceptos metafísicos fundamentales como “sustancia”, “sujeto pensante”, “Dios”..., son términos carentes de sentido al no poder identificar la impresión correspondiente. También la clasificación de Hume de los tipos de conocimiento (cuestiones de hecho y relaciones de ideas), se sigue una descalificación de la metafísica como falso conocimiento. Según Hume, nada que no verse sobre cuestiones de hecho o relaciones entre ideas puede considerarse como conocimiento.

2. – LA CRITICA HUMEANA A LA METAFÍSICA

Como hemos podido comprobar, Hume niega la existencia de ideas innatas (frente a lo que opinaban los racionalistas). Para él las ideas no son más que copias de las impresiones, y tales impresiones son derivadas del contacto con la experiencia, con el mundo exterior. No hay nada simultáneo a nuestro nacimiento, no hay nada innato, todo ha sido adquirido. Este principio de copia de las ideas nos lleva a establecer un criterio de discriminación fundamental en la teoría gnoseológica de Hume: ¿De qué impresión deriva esta idea?

Se trata, simplemente, de aplicar el sencillo método histórico-genético que hemos estudiado más arriba a los conceptos y principios de la tradición metafísica o filosófica. –Si no podemos remitirnos a ninguna impresión hay que concluir, pues, que el término carece de significado. La crítica lanzada por Hume, en la sencillez y el poder de convicción que le da el hecho de fundarse en el sentido común –el empirismo forma parte de la filosofía del common sense1– será demoledora y provocará toda una crisis en el ámbito filosófico que Kant se propondrá resolver con su planteamiento crítico-trascendental, pero no sólo en él, sino en todo el campo del saber.

En efecto, si tradicionalmente la ciencia se había concebido como un sistema coherente de enunciados universales y necesarios, ¿de dónde extraerlos a nivel de la experiencia? ¿Cómo puedo estar seguro de que un enunciado cualquiera continuará siendo verdadero en el futuro? Esto es lo que se denomina problema de la inducción. Lo veremos más adelante en su relación con las ciencias empíricas. Pasemos, de momento, al ámbito filosófico o metafísico:

1 Lo cual viene a ser un poco paradójico: desde Platón el conocimiento científico-filosófico (episteme) se concibe como lo otro del sentido común, de la doxa; es decir, que en un sentido etimológico es estructuralmente para-doxa. Es por ello que el empirismo representa un momento de quiebra, de inversión de la tradición. Seguramente de ahí –y de lo consecuente de sus planteamientos– la fascinación que ejerce, incluido el propio Kant, quien afirmó que Hume lo había “despertado de su sueño dogmático” (es decir, de la creencia en la metafísica o filosofía al uso).

A) CRÍTICA DEL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD

1. Como hemos visto en la explicación del conocimiento, el conocimiento de hechos está fundado en la relación causa y efecto. Esa relación se había interpretado tradicionalmente, bajo la noción del principio de causalidad, como uno de los principios fundamentales del entendimiento, y como tal había sido profusamente utilizado por los filósofos anteriores, tanto medievales como antiguos, del que habían extraído lo fundamental de sus concepciones metafísicas. Recordemos, por ejemplo, la utilización que hace Aristóteles de la teoría de las cuatro causas, o el recurso de santo Tomás al principio de causalidad para demostrar la existencia de Dios en las cinco vías o el propio Descartes al situar la causa de su noción de perfección en Dios.

2. ¿Pero qué contiene exactamente la idea de causalidad? Según Hume, la relación causal se ha concebido tradicionalmente como una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto, de tal modo que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se seguirá, y viceversa, conocido el efecto, la razón está en condiciones de remontarse a la causa que lo produce.

"No existen ideas, de las que aparecen en metafísica, más oscuras e inciertas que aquellas de poder, fuerza, energía o conexión necesaria, las cuales surgen siempre en todas nuestras disquisiciones."

3. ¿Qué ocurre si aplicamos el criterio de verdad establecido por Hume para determinar si una idea es o no verdadera? Una idea será verdadera si hay una impresión que le corresponde. ¿Hay alguna impresión que corresponda a la idea de "conexión necesaria" y, por lo tanto, es legítimo su uso, o es una idea falsa a la que no corresponde ninguna impresión?

4. Si observamos cualquier cuestión de hecho, por ejemplo el choque de dos bolas de billar, nos dice Hume, observamos el movimiento de la primera bola y su impacto (causa) sobre la segunda, que se pone en movimiento (efecto); en ambos casos, tanto a la causa como al efecto les corresponde una impresión, siendo verdaderas dichas ideas. Estamos convencidos de que si la primera bola impacta con la segunda, ésta se desplazará al suponer una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto: ¿Pero hay alguna impresión que le corresponda a esta idea de "conexión necesaria"? No, dice Hume. Lo único que observamos es la sucesión entre el movimiento de la primera bola y el movimiento de la segunda; de lo único que tenemos impresión es de la idea de sucesión, pero por ninguna parte aparece una impresión que corresponda a la idea de "conexión necesaria", por lo que hemos de concluir que la idea de que existe una "conexión necesaria" entre la causa y el efecto es una idea falsa.

"El impulso de una bola de billar se acompaña del movimiento de la otra. Esto es todo lo que aparece ante los sentidos externos. La mente no percibe ningún sentimiento ni impresión interna de esta sucesión de objetos. Consecuentemente, no existe, en ningún caso particular de causa y efecto, ninguna cosa que pueda sugerir la idea de poder o conexión necesaria."

5. ¿De dónde procede, pues, nuestro convencimiento de la necesidad de que la segunda bola se ponga en movimiento al recibir el impacto de la primera? De la experiencia: el hábito, o la costumbre, al haber observado siempre que los dos fenómenos se producen uno a continuación del otro, produce en nosotros el convencimiento de que esa sucesión es necesaria.

6. ¿Cuál es, pues, el valor del principio de causalidad? El principio de causalidad sólo tiene valor aplicado a la experiencia, aplicado a objetos de los que tenemos impresiones y, por lo tanto, sólo tiene valor aplicado al pasado, dado que de los fenómenos que puedan ocurrir en el futuro no tenemos impresión ninguna. Contamos con la producción de hechos futuros porque aplicamos la inferencia causal; pero esa aplicación es ilegítima, por lo que nuestra predicción de los hechos futuros no pasa de ser una mera creencia, por muy razonable que pueda considerarse. Dado que la idea de "conexión necesaria" ha resultado ser una idea falsa, sólo podemos aplicar el principio de causalidad a aquellos objetos cuya sucesión hayamos observado: ¿Cuál es el valor, pues, de la aplicación tradicional del principio de causalidad al conocimiento de objetos de los que no tenemos en absoluto ninguna experiencia? Ninguno, dirá Hume. En ningún caso la razón podrá ir más allá de la experiencia, lo que le conducirá a la crítica de los conceptos metafísicos (Dios, mundo, alma) cuyo conocimiento estaba basado en esa aplicación ilegítima del principio de causalidad.

B) LA CRÍTICA DE LA IDEA DE SUSTANCIA

1. El término substancia, procede del latino substantia que es, a su vez la traducción del griego "ousía". Su significado más general es el de "fundamento" de la realidad, (significado que adquiere ya de forma clara con Aristóteles), "lo que está debajo", lo que "permanece" bajo los fenómenos, lo subsistente. En cuanto tal, la sustancia es ante todo sujeto, lo que tiene su ser en sí, y no en otro.2

2. Para Aristóteles, en la Metafísica, la pregunta sobre el ser se resuelve en la pregunta por la sustancia: "¿Qué es el ser?" equivale a preguntarse "¿Qué es la sustancia?", ya que lo que es, es en primer lugar sustancia. Aristóteles distingue, simplificando la cuestión, dos tipos de sustancia: la sustancia primera, que es el individuo, el ser particular y concreto; y la sustancias segunda, aquello por lo que se es ese ser particular y concreto, la esencia, la especie formal, que es inmanente en cada individuo. Y es sobre esta segunda forma de concebir la sustancia, en cuanto esencia, como especie formal, sobre la que se construyen la metafísica y la gnoseología aristotélica. Siendo la esencia una "forma" no contiene nada material, por lo que el fundamento último de la realidad, aquello que la determina a ser lo que es, la sustancia (segunda), resulta ser algo inmaterial, siendo, además, lo único por lo que podemos conocer la realidad, dando continuidad, así, a la ontología platónica, pese a su rechazo de la subsistencia de las Ideas. Las demás formas de ser se dan en la sustancia, pero no son sustancia, sino accidente: forma, color, tamaño... y todo cuanto aprehendemos por los sentidos, no tienen entidad propia, no son sujeto, sino que se dan en un sujeto, "inhieren en la sustancia", según la expresión tradicional.

2 V. los apuntes de Descartes, sobre este mismo concepto. 

3. Hume se preguntará por la validez de la idea de sustancia, y lo hará recurriendo al criterio de verdad que había fijado anteriormente en el análisis del conocimiento para determinar la validez de una idea. Según tal criterio, una idea es verdadera si le corresponde una impresión; en caso contrario hemos de considerarla falsa. Ahora bien, sólo hay dos tipos de impresiones: las impresiones de sensación y las impresiones de reflexión. ¿Es la idea de sustancia la "copia" de alguno de esos tipos de impresión? O dicho de otra manera ¿Hay alguna impresión -de sensación o de reflexión- que le corresponda a la idea de sustancia? No, nos dirá Hume. No hay ninguna impresión de sensación que corresponda a la idea de sustancia, ya que esta idea no contiene nada sensible. Todos los teóricos y defensores de la idea de sustancia insiste en que la sustancia no es un olor, un color, un sabor, etc., no es algo que vemos, oímos o tocamos... Lo que vemos, oímos, tocamos, son los accidentes de la sustancia, pero no la sustancia. Pero tampoco hay ninguna impresión de reflexión que corresponda a la idea de sustancia; las impresiones de reflexión están constituidas por pasiones y por emociones. Pero nadie ha hablado nunca de la sustancia como si fuera una pasión o una emoción. Si a la idea de sustancia no le corresponde, pues, ninguna impresión de sensación, ni tampoco ninguna impresión de reflexión, entonces no le corresponde en absoluto ninguna impresión; y una idea a la que no le corresponde ninguna impresión, de acuerdo con el criterio de Hume, es una idea falsa.

4. ¿Cómo se produce, entonces, la idea de sustancia, sobre la que tantos filósofos han estado de acuerdo? La idea de sustancia es producida por la imaginación; no es más que una "colección" de ideas simples unificadas por la imaginación bajo un término que nos permite recordar esa colección de ideas simples, una colección de cualidades que están relacionadas por contigüidad y causación (que son dos de las leyes por las que se regula la asociación de ideas, independientemente de que a estas les corresponda o no alguna impresión).

5. No cabe, pues, ni siquiera plantearse la posibilidad de que exista algún tipo de sustancia, ya sea la sustancia material que había postulado Locke (un sustrato desconocido de la cosa, pero material, que había sido posteriormente criticado por Berkeley), ya sea la sustancia espiritual que había sido defendida por Berkeley. Para Hume la idea de sustancia es una idea falsa, tanto si es concebida como algo material como si lo es como algo espiritual, dado que a ella no le corresponde ninguna impresión.

6. A la crítica de la idea de sustancia se añadirá (además de otras de no menor interés, como el análisis que realiza Hume de los modos y las relaciones), el estudio de las supuestas ideas o conceptos abstractos. ¿Podemos aceptar la existencia de ideas, de conceptos abstractos, generales, universales? ¿O, por el contrario, todas nuestras ideas son particulares? Hablar de conceptos abstractos supone aceptar la posibilidad de representar de modo universal la realidad y, por extensión, la esencia, la sustancia de la realidad. Pero ¿tenemos realmente un solo concepto abstracto, una sola idea abstracta? ¿Es posible concebir un triángulo que no sea isósceles, escaleno, equilátero, pero que sea todos y cada uno de los triángulos que pueden existir? No, nos dice Hume. Cuando hablo del concepto abstracto de triángulo tengo en la mente la imagen, la representación de un triángulo concreto, particular, al que añado la cualidad , la ficción, de que representa cualquier

triángulo, del mismo modo que si concibo la idea de "perro" me represento un perro particular, al que añado la cualidad, la ficción, de representar a todos los perros. Todas las ideas son, pues, particulares. Lo que llamamos conceptos o ideas abstractas, son el resultado de una generalización inductiva, procedente de la experiencia, por la que terminamos por dar el mismo nombre a todos los objetos entre los que encuentro alguna semejanza o similitud.

7. Cuando escucho ese nombre, evoco la imagen de uno de los objetos a los que lo he asociado, al ser imposible evocar todos y cada uno de los objetos, aunque estoy también en condiciones de evocar otros objetos, en lugar de éstos, si la ocasión lo requiere. Lo que llamamos ideas abstractas, universales, son ideas particulares a las que hemos dotado de una cierta capacidad representativa basada en la simple relación de semejanza o similitud entre los objetos. Por lo demás, siendo las ideas copias de impresiones, y siendo las impresiones siempre particulares, no puede haber ideas que no sean particulares.

EL MUNDO, EL ALMA Y DIOS (COSMOLOGÍA, PSICOLOGÍA Y TEOLOGÍA): LOS TRES ÁMBITOS FUNDAMENTALES DE LA METAFÍSICA

En las Meditaciones Metafísicas, Descartes se propone probar la existencia del mundo, del alma y de Dios, las tres sustancias de las que tradicionalmente se había ocupado la metafísica, pero deducidas ahora de principios firmes e inquebrantables, sobre los que pretendió reconstruir el cuerpo del saber. También Hume se ocupará de estas tres sustancias en las Investigaciones, pero llegando a conclusiones bien distintas a las que la metafísica tradicional y la cartesiana, así como sus predecesores empiristas, habían llegado.

C) EL MUNDO (COSMOLOGÍA O FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA)

1. Tenemos una tendencia natural a creer en la existencia de cuerpos independientemente de nuestras percepciones, tendencia compartida tanto por el vulgo como por los filósofos, al menos en cuanto a las acciones ordinarias de la vida cotidiana de éstos se refiere. Esto equivale a decir que "creemos" que los objetos y las percepciones son una sola cosa, o que nuestras percepciones están causadas por los objetos, a los que reproducen fielmente, y que si bien las percepciones "nos pertenecen", los objetos están fuera de nosotros, perteneciéndoles un tipo de existencia continuada e independiente de la nuestra.

2. Pero si analizamos la cuestión filosóficamente, dice Hume, tal creencia se muestra enteramente infundada. En realidad, estamos "encerrados" en nuestras percepciones, y no podemos ir más allá de ellas, ya que son lo único que se muestra a nuestra mente. Las percepciones, como hemos visto, son de dos tipos: impresiones e ideas. Las ideas se producen en nuestra mente como copia de las impresiones. Pero ambas son meros contenidos mentales que se diferencian sólo por su vivacidad. Podemos hacer cuanto queramos, pero no podremos nunca ir más allá de nuestras impresiones e ideas. Si intentásemos aplicar el principio de causalidad para demostrar que nuestras impresiones están causadas por objetos externos, incurriríamos en una aplicación ilegítima de tal principio, ya que tenemos constancia de nuestras impresiones, pero no la tenemos de los supuestos objetos externos que las causan, por lo que tal inferencia rebasaría el ámbito de la experiencia, (al no poder constatar la conjunción entre dichos objetos y nuestras impresiones), el único en que podemos aplicar el principio de causalidad. Por lo demás, si postulamos la existencia de los objetos además de la de las impresiones, lo único que hacemos es duplicar la realidad de las impresiones, atribuyéndoles por ende cualidades que éstas no poseen, como la independencia y la continuidad.

3. La creencia en la existencia independiente de los objetos externos la atribuye Hume a la imaginación, debido a la constancia y a la coherencia de las percepciones. No se puede justificar tal creencia apoyándose en los sentidos, ni apelando a la razón. No puede proceder de los sentidos, ya que éstos no nos ofrecen nada distinto de nuestras percepciones. Cuando creo percibir mi "cuerpo", no percibo nada distinto de mi percepción: lo que hago es atribuir existencia real y corpórea a dicha percepción. Tampoco la razón podría ser la base de tal creencia, ya que no es posible recurrir al principio de causalidad, ni a la idea de sustancia, (anteriormente criticada), para justificar la existencia de objetos externos e independientes de mis percepciones.

Por lo demás, tampoco los niños ni los iletrados recurren a la razón para justificar su creencia en los objetos externos, y sin embargo están firmemente convencidos de tal existencia. No hay, pues, justificación racional alguna de dicha creencia, por lo que Hume recurre a la imaginación para intentar explicarla.

D) EL ALMA LA IDEA DE YO (MIND, SELF) (PSICOLOGÍA)

1. Para la tradición metafísica la existencia del alma, una sustancia, material o inmaterial, subsistente, y causa última o sujeto de todas mis actividades mentales (percepción, razonamiento, volición...) había representado uno de los pilares sobre los que ésta se había desarrollado. Si bien con el racionalismo de Descartes deja de ser principio vital, continúa siendo, como sustancia, principio de conocimiento, y sigue gozando de los atributos de simplicidad e inmaterialidad, representando finalmente la identidad personal.

2. Habiendo rechazado la validez de la idea de sustancia ¿podemos seguir manteniendo la idea de alma, de un sustrato, de un sujeto que permanece idéntico a sí mismo, pero que es simple y distinto de sus percepciones? ¿De qué impresión podría proceder tal idea de alma? No existen impresiones constantes e invariables entre nuestras percepciones de las que podamos extraer tal idea del yo, del alma. No hay ninguna impresión que pueda justificar la idea de un yo autoconsciente, como si el yo permaneciera en un estado de autoidentidad inquebrantable:

"El yo o persona no consiste en ninguna impresión aislada, sino en todo aquello a lo que hacen referencia nuestras distintas impresiones se ideas"

3. Lo que nos induce a atribuir simplicidad e identidad al yo, a la mente, es una confusión entre las ideas de "identidad" y "sucesión", a la que hay que sumar la acción de la memoria. Ésta, en efecto, al permitirnos recordar impresiones pasadas, nos ofrece una sucesión de impresiones, todas ellas distintas, que terminamos por atribuir a un "sujeto", confundiendo así la idea de sucesión con la idea de identidad. Rechazada, pues, la idea de alma, la pregunta por su inmortalidad resulta superflua.

E) DIOS (TEOLOGÍA)

1. Dada su postura sobre el mundo y el alma, la tesis defendida sobre la sustancia divina estará en consonancia con las conclusiones anteriores. En la sección XI de la "Investigación sobre el entendimiento humano" Hume estudia el tema de Dios y la vida futura, teniendo en cuenta las críticas realizadas a la idea de sustancia y al principio de causalidad. En virtud de ello, Hume no reconocerá validez alguna a las demostraciones metafísicas de la existencia de Dios, considerando que dicha existencia no es demostrable racionalmente.

2. Si la idea de sustancia es una idea falsa, ya que no le corresponde ninguna impresión, ya podemos adjetivarla como "externa", "pensante" o "infinita", que ello no hará que sea menos falsa. Así, es inútil partir del análisis y las determinaciones de la sustancia para intentar demostrar la existencia de una sustancia infinita, de Dios. Los argumentos "a priori", que van de la causa al efecto, basándose en el principio de causalidad, incurren en un claro uso ilegítimo del principio, ya que éste sólo se puede aplicar, sólo tiene validez, en el ámbito de la experiencia, y no tenemos experiencia alguna de la causa, de Dios o sustancia infinita, por lo que no podemos asegurar que haya conjunción necesaria alguna entre ésta y sus efectos, ya que nunca hemos podido observar esa conjunción en la experiencia.

3. En el mismo defecto incurren los argumentos "a posteriori", los que se remontan del efecto a la causa. A pesar de ello Hume analiza con más detalle las inconsecuencias del único argumento que le parece tener alguna capacidad de convicción: el que, partiendo del orden del mundo, llegar a la existencia de una causa última ordenadora. El argumento afirma que de la observación de la existencia de un cierto orden en la naturaleza se infiere la existencia de un proyecto y, por lo tanto, de un agente, de una causa inteligente ordenadora. Pero, además de incurrir en el mismo uso ilegítimo del principio de causalidad que los anteriormente señalados, Hume añade que este argumento atribuye a la causa más cualidades de las que son necesarias para producir el efecto; se podría inferir del orden del mundo la existencia de una causa inteligente, pero en ningún caso dotarla de más atributos de los ya conocidos por mí en el efecto, error en el que incurre el argumento de un modo manifiesto: una vez deducida la causa, se vuelven a deducir de ella nuevas propiedades, además de las ya conocidos, que no tienen fundamento alguno en mis impresiones, es decir, en mi experiencia sensible, única fuente de conocimiento reconocida como legítima.

4. De la existencia de un cierto orden en el mundo se podría inferir la existencia de una causa inteligente –la quinta vía tomista, llamada posteriormente argumento físico-teológico (Kant) o teleológico–, pero con atributos que tendrían que ser homogéneos con el efecto, es decir, los que ya son conocidos por mí. Sin embargo, se dota a esa causa de atributos, de cualidades, que rebasan con mucho las cualidades del efecto, y añadiéndole cualidades que el efecto no tiene en absoluto, como las cualidades morales, por ejemplo. La causa del error de este argumento reside en que tomamos como modelo la inferencia que realizamos en el ámbito de la experiencia entre la obra del artesano y las cualidades y atributos de su creador. Pero tal inferencia la podemos hacer porque se da en el ámbito de la experiencia, conociendo las peculiaridades y las formas corrientes de la acción de los seres humanos, y observando reiteradamente las conjunciones entre la obra y el creador. Pero en el caso de la relación entre "el mundo" y su "creador" no disponemos de esa experiencia, no podemos observar a Dios en absoluto, por lo que la aplicación del principio de causalidad resulta enteramente ilegítima, quedando el modelo de inferencia adoptado (la relación entre la obra y el creador) completamente desautorizado como argumento probatorio del existencia de Dios. No hay posibilidad alguna, pues, de demostrar la existencia de Dios, por lo que la afirmación de su existencia no es más que una hipótesis "incierta" e "inútil".

3. – EL ESTATUTO EPISTEMOLÓGICO DE LAS CIENCIAS SEGÚN HUME. EL MÉTODO HISTÓRICO-GENÉTICO, EL HÁBITO Y LA CREENCIA

El criterio de discriminación –método histórico-genético– de Hume nos hacía preguntarnos ¿de qué impresión tenemos esta idea?, tal criterio no lleva a preguntarnos por la realidad y su problemática. Sigamos los pasos que da Hume.

 CUESTIONES DE HECHO Y RELACIONES DE IDEAS

Tal distinción le permite a Hume señalar que mientras las relaciones de ideas “pertenecen a la ciencia de la geometría, álgebra y aritmética y en resumen, toda afirmación que es demostrativamente cierta, como – el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de la suma de los otros dos lados – Tales proposiciones pueden descubrirse por la mera operación del pensamiento. A tales relaciones de idea le corresponden razonamientos demostrativos.

Por otro lado, las cuestiones de hecho no son averiguadas del mismo modo. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es siempre posible. Son verdades contingentes y su contrario es posible. Puede ser concebido por la mente que “el Sol no saldrá mañana”. Aunque la experiencia nos dice que si pongo leche a calentar a través del fuego, ésta se calentará, pero podemos afirmar con total certeza que “mañana” también.

Dirá que probablemente sí, pero con certeza, no. A tales cuestiones de hecho le corresponden razonamientos y juicios probables meramente probables.

 EL PROBLEMA DE LA REALIDAD: LA CREENCIA

Tema 7 – El Empirismo: Locke y Hume

Después de establecer la distinción anterior, Hume investiga acerca de la naturaleza de cualquier existencia real. De momento concede sin más que bastan las impresiones y la memoria (los recuerdos como ideas) para asegurar la realidad del presente y de nuestro pasado. El problema está en el futuro. Hay acontecimientos futuros que parecen evidentes (la leche y el fuego; el Sol saldrá mañana…). Sigamos el razonamiento que usa Hume:

1. Todos los razonamientos acerca de cuestiones de hecho parecen fundamentarse en la relación causa–efecto.

2. Las causas y efectos no pueden descubrirse por la razón, sino únicamente por la experiencia.

3. Ley de semejanza: Todos los argumentos que se fundan en la experiencia están basados en la semejanza, lo cual nos induce a esperar efectos semejantes a los que hemos visto anteriormente. Si he experimentado que el fuego quema, tomo me inducirá a creer que en situación semejante volverá a suceder lo mismo: el futuro será como ha sido el pasado; presupuesto que es razonablemente indemostrable, pero razonablemente probable.

4. “La costumbre es la guía de la conducta humana”. Es decir, es la costumbre la que me induce a la creencia de que se volverá a repetir el mismo acontecimiento.

El análisis precedente muestra cómo se reduce el papel de la razón y se le señala sus límites. En nuestra vida somos guiados por los hábitos creados por la experiencia. Es una especie de “instinto natural” el que nos guía en la interpretación de los hechos. No poseemos certeza racional en las cuestiones de hecho, sino únicamente creencia

(belief), la cual es un sentimiento muy vivo:

“Cuando contemplo el fuego el hábito hace aparecer ante mí, sin necesidad de razonamiento alguno, la idea de quemadura, y crea la conexión fuego (causa) – quemadura (efecto). Y esta asociación fuego – quemadura es acompañada por un sentimiento muy vivo – la creencia – que hace aparecer la quemadura como algo real y evidente como si se tratara de una “ impresión”.

 LOS ENUNCIADOS UNIVERSALES: HUME Y EL PROBLEMA DE LA INDUCCIÓN

A lo largo de su obra, Hume intentó probar que la razón y los juicios racionales son tan solo asociaciones habituales de diferentes experiencias. La propuesta que entrega Hume para solucionar el problema de la inducción parte con una premisa elemental, él considera que las predicciones inferenciales basadas en observaciones pasadas, es decir, las proposiciones o juicios de hecho, no se pueden defender bajo presupuestos racionales, ya que carecerían del elemento a-priori para su justificación.

En este sentido, confiar en la inducción sólo es posible si se tiene un motivo para creer que ella seguirá siendo fiable en el futuro. Por ejemplo, tómese la proposición “todos los días sale el sol”: es posible confiar en ella en la medida en que tengamos motivos para esperarnos su regularidad, pues, desde que se tiene registro, todos los días ha salido el sol. Por ende, esta inducción (inducción es una generalización de un hecho formalizado tras varias observaciones del mismo) y otras de esta misma clase, tiene una fuente probable, vale decir, existe un motivo para creer en ella.

El problema es que este asunto es muy distinto es su justificación racional. Por otra parte, mantener que la inducción quizás funcionará en el futuro porque ha resultado útil en el pasado es un razonamiento circular, porque asume la misma inducción para justificarse. Por ello, debe buscarse otro criterio, aparte de la misma inducción, para la justificación de este tipo de proposiciones. En otras palabras, resulta razonable confiar en la inducción cuando contamos con una base empírica más o menos sólida, pero esto no es lo mismo que una explicación estrictamente racional.

A la base de este audaz planteamiento, se encuentra su concepción de la causalidad como algo que no es nada objetivo o en sí y el papel que hace jugar al hábito. Efectivamente, la costumbre, la experiencia es la solución presentada por Hume para resolver el problema de la inducción.

Además, esta misma es considerada, tanto por él como por el sentido común la gran guía de la vida humana, pues ella permite disfrutar de cierta seguridad en el mundo. Con esto se presenta una postura que, si bien no constituye una respuesta definitiva al problema de la inducción, representa, sin embargo, una razonable respuesta que combina una propuesta filosófica, el sentido común y una concepción utilitarista sin alejarse del origen de las proposiciones de hecho, es decir, de la experiencia.3

 LAS CIENCIAS

En síntesis su pensamiento es el siguiente con respecto a las ciencias:

• Las Matemáticas. Versará sobre las relaciones de ideas y, por tanto, permitirán razonamiento de tipo demostrativo absolutamente seguros y ciertos a priori

• La Física. Versa sobre cuestiones de hecho. Su finalidad es enseñarnos a controlar y regular acontecimientos futuros por medio de sus causas. Es decir, hace previsiones, sobre el futuro. La Física no puede sino formular tan sólo leyes probables, no necesarias.

• La Metafísica. Hume rechaza de forma drástica esta forma del saber. La considera como un saber dogmático y que conduce a la superstición. Su crítica a los conceptos de sustancia, existencia o del yo resultaron demoledoras.

4. – EL EMOTIVISMO MORAL EN HUME

El tema de la moral constituye, junto con el problema del conocimiento, la otra gran preocupación de la filosofía de Hume. La segunda parte del “Tratado” está dedicada a esta cuestión y también un tratado específico: la Investigación sobre los principios de la moral.

Hume se pregunta acerca de los criterios que determinan nuestra valoración de lo que está bien y de lo que está mal. Parte de la concepción de que tales criterios proceden del propio sujeto:

3 Para este interesante punto de la filosofía de Hume, es muy recomendable el siguiente texto: http://www.boulesis.com/docs/universidad/problema-induccion-hume.pdf. no pueden establecerse desde ninguna otra realidad ajena al sujeto; ni siquiera es posible que lo bueno y lo malo derive de nuestro conocimiento de la realidad, pues los juicios morales no son cuestiones de hecho, sino valoraciones. No podemos pasar del “ser” al “deber ser”, puesto que el que algo sea de una manera no puede implicar que deba ser de esa manera. El conocimiento de los hechos nos proporciona un conocimiento de lo que sucede, pero no es un conocimiento acerca de si lo que sucede es bueno o malo. Por tanto, cualquier pretensión de deducir normas morales a partir de hechos cometerá una falacia, consistente en pasar ilegítimamente del ámbito del "ser" al ámbito del "deber ser" Una cosa es saber cómo son las cosas y otra bien distinta, es decir cómo deben ser. A esta pretensión se le conoce con el nombre de falacia naturalista.

La apreciación moral, la valoración, es la consecuencia más bien del sentimiento de aprobación o reprobación por el placer o disgusto que nos causa la experiencia de un determinado hecho. El sentimiento de aprobación es por sí mismo placentero y el de reprobación no placentero. Hume dice que los planteamientos anteriores son pura metafísica y que la posición que él mantiene es muy sencilla: la moralidad queda establecida por el sentimiento. La virtud es cualquier acción mental o característica que da al observador el placentero sentimiento de la aprobación, y el vicio lo contrario. En una valoración moral trataremos de examinar todas las circunstancias que concurren en un acto. Nuestra consideración de lo bueno y lo malo proviene, para Hume, del sentimiento y no de la razón como habían afirmado los racionalistas. La razón sólo se ocupa, según Hume, de descubrir verdades, ya sean éstas necesarias o relativas a hechos, pero en ningún caso puede formular “verdades morales”, pues éstas no son ni afirmaciones necesarias, propias de la lógica y de las matemáticas, ni tampoco son afirmaciones sobre hechos, propias de las ciencias empíricas.

Por ejemplo, hay mucha diferencia entre un error de hecho (cometer una maldad sin saberlo) y otro de derecho (cometerlo intencionadamente). Edipo cometió un asesinato sin saber que Layo era su padre (de hecho), pero Nerón cometió un asesinato sabiendo que Agripina era su madre (de derecho). Ambos son asesinatos, pero despiertan en nosotros desiguales sentimientos. Las circunstancias que concurrieron en cada uno son las que nos hacen valorarlos desigualmente, y no que ambos fueran “asesinatos”.

Las valoraciones morales son siempre, pues, consecuencias del gusto y del sentimiento.

“Las reglas de la moralidad (nos dice Hume), no son conclusiones de nuestra razón”. La razón no es, por otro lado, ni puede ser, guía de las pasiones. Muy al contrario, son las pasiones la guía de la razón. Son estas pasiones –fuertes o débiles- las que nos inclinan a actuar siempre con la expectativa de evitar el displacer y lograr el placer. La razón es empleada simplemente como un medio para lograr nuestros deseos.

Como señala Ferrater Mora, “la teoría moral de Hume es una teoría hedonista o cuando menos se halla fuertemente influida por el hedonismo…La acción voluntaria y la conducta se siguen no de la obediencia a un principio o de un razonamiento, sino de la expectación de la aparición de un sentimiento de placer o de la desaparición o eliminación de un sentimiento de displacer”. Por ser las emociones, pues, el fundamento último de nuestra acción, se conoce como emotivismo moral a esta teoría. Seguidores serán el Conde de Shaftesbury (1671- 1713) y Hutcheson (1694-1746)

Las consecuencias inmediatas de esta incapacidad de la razón para orientar la acción es que no existen conceptos objetivos del bien y del mal. Estos términos no tienen que ver con nuestro conocimiento de los objetos, sino con intereses. Si existiese un conocimiento racional del bien y el mal, existiría una prescripción de mandato racional sobre la voluntad universal, pero de esto, señala Hume, no hay nada. No obstante, para Hume sí existen sentimientos universales de la razón, pero no mandatos. Se trata de cultivar una pasión utilitarista, por lo que la ética se integra en el dominio del sentimiento.

Sobre este análisis pudiera parecer que se llegaría a la conclusión de que la ética es irracional; sin embargo, para Hume existen principios de pasión universales:

A) Principio del egoísmo: aprobamos, primariamente, lo que nos produce placer y desaprobamos lo que nos produce dolor (ausencia de placer). El egoísmo tiene aquí un sentido fuerte, referido a mí mismo.

B) Principio de empatía o simpatía: Consistente en un modo de vibración connatural que nos lleva a compartir los dolores y alegrías ajenas.

Para Hume, sin embargo, el hombre es más simpatético que egoísta, el propio bienestar le hace ser de este modo, ya que un egoísta solitario no podría realizarse. El egoísmo nos sitúa, pues, ante la destrucción, o bien ante el cálculo de intereses.

Por otra parte la simpatía está naturalmente confinada, simpatizamos con aquellos que nos son afines; de esta manera se nos hace más simpatético el más próximo. Por ejemplo, en el parentesco el incremento de la simpatía es aún mayor. La simpatía por los más próximos sería la contrapartida del odio a lo más lejano.

En consecuencia, la simpatía vendría a ser la contrapartida del interés o egoísmo. Es por ello que, según Hume, haya que

– Educar la simpatía: extendiéndola más allá de la comunidad próxima y,

– Corregir la propia simpatía: es decir, pasar del amor simpatético al próximo, al amor al lejano, y del amor intuitivo al reflexivo.

Del juego emotivismo-hedonismo, extrae Hume el principio de utilidad social (utilitarismo):

a) El egoísmo necesita una limitación; controlar el egoísmo natural en el hombre por medio de la ley. La ley, a la vez que controla el egoísmo de los demás es una obligación y control para mí.

b) Por otro lado, la simpatía necesita una extensión y, el momento inventivo lleva a las instituciones (por ejemplo, las escuelas), a extender la empatía como algo positivo. Hume apoya las instituciones frente a la ley, porque aquéllas permiten la estabilidad social, mientras que la ley provoca o puede provocar enfrentamientos.

La ética emotivista de Hume mantiene importantes diferencias con la ética racionalista. Básicamente, podemos señalar las siguientes:

Ética Racionalista

Emotivismo moral

Las normas morales se derivan de la razón

El criterio de la moralidad deriva del sentimiento

Son universales: válidas para todos

Son generales: su validez depende de la opinión de la generalidad de los seres humanos

Se determinan a priori: con independencia de la experiencia

Son generales: su validez depende de la opinión de la generalidad de los seres humanos

Son necesarias: no se pueden cambiar

Se determinan a posteriori: tienen su fuente en la experiencia

Son contingentes: pueden cambiar si cambia el gusto.

Semejanzas

Para ambas, el sujeto (desde su razón o desde el sentimiento),es quien establece lo que está bien y lo que está mal

TABLA COMPARATIVA ENTRE RACIONALISMO Y EMPIRISMO

DIFERENCIAS

RACIONALISMO                                                EMPIRISMO                       Época

Siglo XVII                                                             Segunda mitad del XVII y XVIII

Origen Europa continental                                     Reino Unido

                                                                                                                 Fuente de conocimiento

La razón                                                                 La experiencia sensible

                                                                                                                   Ámbito de aplicación

Más allá de la experiencia                                      La experiencia

                                                                                                                 Respecto a las ideas innatas

Existen las ideas innatas                                          No existen las ideas innatas

                                                                                                                  Respecto a los sentidos

Desconfianza de la información de los sentidos         Confianza en la información de los sentidos

                                                                                                                   Ideal de conocimiento

Las matemáticas                                                           La Física

                                                                                                      Métodos de conocimiento

Intuición y deducción                                                    Inducción

                                                                                                       Confianza en el conocimiento

Optimismo epistemológico: es posible un conocimiento cierto y evidente de la realidad / Escepticismo epistemológico: es imposible un conocimiento “seguro” o dogmático de la realidad.

                                                     SEMEJANZAS

RACIONALISMO                                                                               EMPIRISMO

Idealismo .No conocemos directamente la realidad sino nuestra        Interés filosófico

 idea de la realidad 


La epistemología es la ocupación

 prioritaria de la filosofía.         /                Comparativa de Locke y Descartes                                                                                                               respecto a la manera como demuestran los tres ámbitos                                                                                                             de realidad

DESCARTES                                                                                  LOCKE

Res cogitans                                                                         Intuición intelectual

Reflexión (sensación interna)                                                  Res extensa

A través de Dios                                                                   Por las sensaciones

Res infinita                                                                        Idea innata intuida


Principio de causalidad

De la existencia del yo tenemos “certeza intuitiva”. Pero esta intuición no es un acto puro de la inteligencia sino una sensación interna o reflexión.

De la existencia de los cuerpos tenemos “certeza sensitiva”. Los cuerpos son la causa de nuestras sensaciones.

De la existencia de Dios tenemos “certeza demostrativa”. La existencia de Dios puede ser demostrada utilizando el principio de causalidad: cierto tipo de efectos únicamente pueden ser originados por una causa divina. 

lunes, 14 de diciembre de 2020

Unidad 4: La Cosmología. Criterio 5

 


Unidad 6 :Las Cosmovisiones 


Lluvia de ideas :¿Qué crees que es una cosmovisión?
Actividad 1:  Visualizamos vídeos en clase, pizarra digital .
Primera parte ,Cosmovisiones




Actividad 2:¿Qué sabes sobre el Universo? Reconocemos nuestros conocimientos previos.

A partir de lo que saben   debes crear tu propio  paradigma del universo ,cómo creen que es el universo .Para ello debes usar la imaginación y plantearse autenticas cuestiones propias del universo 

Actividad 3: Investiga Cosmovisiones de Empédocles, Pitágoras, Platón y Eudoxo  .
Actividad 4 Investigación: De forma cooperativa busca como era el cosmos para Aristóteles y que aportaciones hace Ptolomeo a la astronomia.

Actividad 5: En la Modernidad Copérnico y el Heliocentrismo dan una vísión moderna del universo
¿Cuál es esa visión?
Actividad 6:¿ Cuáles son y en qué consisten las observaciones de Bruno, Brahe y Kepler?
Actividad 7: La nueva física , se inicia con Galileo y Newton ,  explicita por escrito  en qué consiste la nueva física y qué aportan Galileo y Newton.
Actividad 8: En la cosmovisión actual , Einstein y la teoría de la relatividad suponen un nueva cosmovisión  dando paso a la física cuántica ,expón en qué consisten .


Esquema de esta Unidad de Aprendizaje 6 : Las Cosmovisiones .

1. ¿Qué es una cosmovisión?– Cosmovisiones míticas– Cosmovisiones científicas
2. El cosmos aristotélico
– Las aportaciones de la astronomía: Ptolomeo
– Implicaciones filosóficas
3. La visión moderna del universo
– Copérnico y el heliocentrismo
– Las observaciones de Bruno, Brahe y Kepler
– La nueva física: Galileo y Newton
– Implicaciones filosóficas
4. La cosmovisión actual
– Einstein y la teoría de la relatividad
– La física cuántica

–Implicacione filosóficas
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UNIDAD 6, FILOSOFÍA (1 º DE BACHILLERATO) 
 COSMOVISIONES:

  • ANTIGUA
  • MODERNA 
  • CONTEMPORÁNEA 
 1. ¿Qué es una cosmovisión? La filosofía, según Aristóteles, surgió del maravillarse ante la naturaleza, ante la φύσις (physis): tras el aparente caos de los fenómenos que observamos, de lo siempre cambiante, tal vez debía de esconderse un orden preciso, matemático: la ley a partir de la cual se pueda explicar la naturaleza. 
Los primeros filósofos occidentales, aquellos que iniciaron, según dice la tradición, a partir del siglo VI a. de C., el paso del mito al logos, se maravillaron ante la gran diversidad de objetos de toda clase que contemplaban ante sí. Se plantearon si quizá podía suceder que todos ellos no fueran otra cosa que formas distintas de manifestarse uno o varios elementos fundamentales. Y, de este modo, intentaron dar una respuesta a la pregunta acerca del origen y constitución del cosmos. Trataron de determinar el “principio” (arché) último y eterno del que todo procede y del que todo se compone. Y la gran novedad es que ya no buscaron este principio en realidades antropomórficas (los dioses), sino en lo que llamaron “naturaleza” (physis). Pero este interés por la naturaleza y el deseo de explicar su funcionamiento está también, naturalmente, presente en las demás culturas o civilizaciones, aunque no siempre todas ellas hayan elaborado explicaciones de carácter filosófico o científico para darles respuesta. 
Así ocurre con antiguas civilizaciones ya desaparecidas, en las que, de generación en generación, se transmitían historias y relatos que hacían referencia al origen del cosmos y al vínculo existente entre el ser humano y el mundo. Conocer estas concepciones nos ayuda, tal vez, a tomar conciencia sobre nuestras propias creencias acerca del universo: ¿cómo se ha formado el mundo que nos rodea? ¿cuál es la estructura del universo? Asimismo, podemos preguntarnos de qué modo se han formado estas ideas y si han permanecido igual desde la Antigüedad o bien se han ido transformando. Para hacer referencia a este conjunto de ideas sobre el mundo que comparten los habitantes de una misma civilización, cultura o sociedad se recurre a la noción de cosmovisión. El término cosmovisión proviene de la palabra griega cosmos, cuyo significado es belleza, armonía, orden. Se empleaba en la Antigüedad para referirse al universo, entendido como una totalidad ordenada. Por lo tanto, cosmovisión, como sugiere la palabra, significa simplemente “visión del universo”, que puede cambiar según la cultura o la época. Así, este término alude al conjunto sistemático de creencias y concepciones que influyen en la manera de percibir la realidad de un grupo de personas. Las primeras cosmovisiones que aparecieron tenían un fundamento mítico. – Cosmovisiones míticas Resulta evidente que el interés por el mundo natural y los fenómenos celestes es anterior a la filosofía y a la ciencia y puede rastrearse hasta varios miles de años antes de que los humanos aprendieran a escribir y leer. En la prehistoria, los moradores de las cavernas sabían cómo comunicarse por medio de imágenes, como sabemos gracias al arte rupestre encontrado en las cuevas de Lascaux en Francia o en la cuevas de Altamira en España, por ejemplo. Tal vez ese arte rupestre tenía un significado astronómico: los bisontes de Altamira podrían estar representando constelaciones del firmamento. Si es así, esto es una prueba de que ya hace más de diez mil años el Homo sapiens sentía asombro ante el universo. Otra prueba de diferente tipo, y relacionada con un período posterior en la cultura prehistórica, es la que ofrecen los enormes conjuntos de piedras -megalitos- que se encuentran en muchos lugares de Europa. especialmente en Gran Bretaña, y que datan aproximadamente del 3500 a. de C. El más famoso es Stonehenge, en el sur de Inglaterra. ¿Con qué propósito fue construido Stonehenge? No se sabe todavía con certeza, pero se acepta hoy generalmente que en parte servía para fines astronómicos, que era un templo astronómico, un enorme observatorio. Parece, pues, que los seres humanos, incluso en eras prehistóricas, tenían un gran interés en los fenómenos astronómicos y los movimientos de los astros. Aunque no disponemos de información acerca de cómo estos hombres y mujeres concebían el cosmos, de qué imagen de la estructura o del nacimiento del universo tenían. Los antiguos egipcios concebían el mundo como dividido en tres partes: la Tierra plana, en el centro, dividida por el Nilo y rodeada por un gran océano; encima de la Tierra se encontraba el cielo, sostenido por cuatro soportes. Debajo de la Tierra estaba el submundo, llamado Duat, donde estaban las cosas ausentes del mundo visible, ya fueran personas fallecidas o el Sol después de haberse hundido por debajo del horizonte. La cosmología mesopotámica fue esencialmente una historia mitológica, la cual guarda similitudes con la contada en Egipto: el universo estaba gobernado por tres dioses, cada uno de ellos con su respectivo dominio. El cielo era gobernado por Anu; la Tierra y las aguas a su alrededor y por debajo de ella estaban gobernadas por Ea; y Enlil era el gobernante del aire que había entre ambos. El universo Mesopotámico también incluía un submundo, gobernado por un dios o una diosa. Las civilizaciones mesopotámicas llegaron a poseer una astronomía sofisticada. Por eso sorprende que la imagen del mundo de los babilonios siguiera siendo mitológica y que su astronomía matemática apenas tuviera impacto en su cosmología. La astronomía y la cosmología egipcia y babilónica influyeron en alguna medida en el pensamiento griego posterior y, de este modo, se vinculan con la tradición europea, de la cual acabaría surgiendo, más adelante, la cosmología científica. Pero, por supuesto, hubo otras muchas culturas antiguas , y también éstas poseían sus concepciones acerca del universo. – Cosmovisiones científicas Los historiadores suelen hablar del período comprendido entre el 600 a. de C. y el 450 a. C. como “la primera revolución científica”. Así, suele de este modo referirse a la aparición de un grupo de pensadores jonios que iniciaron un cambio en la comprensión del mundo natural por parte de la humanidad. Ya hemos señalado en el primer tema/vídeo de estos apuntes que esa misma fecha es en la que suele ubicarse el origen de la filosofía, ya que filosofía y ciencia, al comienzo, eran indistinguibles. Estos primeros filósofos, también conocidos como presocráticos, pensaban el mundo como un cosmos, una estructura de materia y fuerzas unidas en un todo armonioso. Aunque seguían existiendo los dioses, se comienza a dejar de considerarlos responsables de los fenómenos naturales. Con la aparición paulatina del pensamiento científico fue surgiendo una nueva forma de explicar el mundo: la ciencia dio lugar a las cosmovisiones científicas, caracterizadas por aspirar a la objetividad y a describir la naturaleza sin recurrir a personajes fantásticos, dejando en parte al margen la esfera espiritual y simbólica. Las cosmovisiones científicas, al igual que las consideradas míticas, también aspiran a dar explicaciones del mundo y hacerlo más comprensible, pero en lugar de recurrir a seres poderosos y fuerzas sobrenaturales buscan explicaciones racionales, basadas en la observación y la experimentación, por lo que pueden ser sometidas a crítica y revisión. Nacen de la práctica científica, contribuyendo a crear la concepción del mundo en una época determinada. Las explicaciones científicas dan forma al mundo: son como piezas de un puzle cuyo conjunto compone una visión del universo y de la posición que el ser humano ocupa en él. 
Las cosmovisiones científicas presentan las siguientes características:
 ● Las ideas que constituyen un cosmovisión científica se caracterizan por estar interconectadas, es decir, dependen unas de otras formando un sistema.
 ● Estas ideas no son aleatorias, ni están tomadas al azar, sino que se caracterizan por sustentarse en argumentos sólidos -la observación, la experimentación, el razonamiento…- y por la aplicación de un método considerado científico.
 ● Aunque es cierto que en ocasiones hay ideas que se aceptan como verdaderas sin haber sido experimentadas o comprobadas, porque sobre ellas se sustentan otras creencias que se consideran verdaderas y que son fundamentales para mantener la consistencia de todo el sistema o cosmovisión. Así, la verdad de algunas ideas depende de que otras sean también ciertas.
 ● Para que un conjunto de ideas así descrito pueda ser definido como cosmovisión debe existir cierto consenso general, es decir, tiene que ser compartido por gran parte de la sociedad. Una época determinada puede experimentar un cambio radical en la forma de entender el mundo: es lo que se conoce como revolución científica. Como hemos visto, el conocimiento del entorno y las creencias sobre este varían con el tiempo, por lo que también se transforman las cosmovisiones, hasta el punto de que una cosmovisión aceptada hasta ese momento puede ser substituida por otra. 
A continuación, en este vídeo/tema vamos a tratar las tres cosmovisiones más importantes:
 ● La cosmovisión antigua, vigente desde la antigua Grecia (s. IV a. C.) hasta la primera mitad del siglo XVI.
 ● La cosmovisión moderna, forjada a partir de las ideas nacidas de la revolución científica, y desarrollada entre los siglos XVI y XIX. 
● La cosmovisión contemporánea, cuyas ideas principales surgen a principios del siglo XX y continúan desarrollándose. 
2. El cosmos aristotélico Si observamos el cielo en una noche clara de verano, y lo hacemos atentamente durante un tiempo prolongado, apreciaremos que todas las estrellas se mueven al unísono alrededor del mismo eje, como si formaran parte de una estructura que las obligara a dar vueltas completas cada día. Si solo nos dejáramos guiar por los sentidos, es evidente que pensaríamos (como pensaron los griegos) que la Tierra no se mueve, sino que lo que se mueve es toda la bóveda celeste a nuestro alrededor. Por otro lado, si contrastamos esa regularidad de la bóveda celeste con la diversidad y variabilidad que observamos en la Tierra, tal vez podremos entender por qué los primeros filósofos llegaron a pensar que la Tierra y los cielos eran mundos diferentes, con características también diferentes. Por un lado, la Tierra: El lugar que habitamos fue motivo de reflexión por parte de los primeros pensadores, quienes trataron de encontrar justificaciones racionales acerca de la diversidad que perciben nuestros sentidos. 
Los primeros filósofos de la naturaleza (Presocráticos) estaban en parte convencidos de que la diversidad de sustancias oculta una explicación sencilla: todas ellas deben proceder de la transformación de uno o de varios elementos, que pueden ser considerados los principios de la realidad. Así, fueron surgiendo diversas teorías. Los filósofos de Mileto, por ejemplo, coincidieron en considerar que las sustancias derivaban de un único principio natural, denominado arché. Todas las cosas provendrían de sucesivas transformaciones de este principio. Pero estos filósofos propusieron diferentes principios:  ejemplo, Tales, considerado el primero filósofo, afirmó que era el agua, mientras que Anáximenes señaló el aire como arché. Empédocles, por otro lado, afirmó que todas las cosas se forman a partir de la mezcla de cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Lo que varía en cada sustancia es tan solo la concentración que hay de cada uno de ellos. Con respecto a la forma de la Tierra, la información que nos aportan los sentidos hizo creer a los primeros filósofos que ésta era plana y que se encontraba rodeada por el océano. Pero no tardaron en aparecer escuelas y comunidades, como la pitagórica, que ya en el siglo V a. C., aproximadamente, habían deducido que la Tierra era esférica gracias a una serie de observaciones. Por ejemplo, que al alejarse un barco de la costa lo primero que dejamos de ver es el casco y lo último las velas, lo cual solo puede explicarse si la Tierra es esférica. Además, los eclipses lunares permitían comprobar que la sombra que proyecta la Tierra sobre la Luna tiene un contorno circular. Por otro lado, los cielos: Una explicación de los cielos acorde con las concepciones culturales y religiosas de los griegos debía cumplir estas características: 
● El movimiento de los cuerpos celestes debe ser circular, pues este es el movimiento más perfecto y, por lo tanto, el que corresponde a seres divinos como los astros.
 ● Se ha de considerar que la Tierra está inmóvil en el centro del universo, pues es lo que la observación cotidiana parece mostrar (parece que nosotros permanecemos estáticos y que el universo está organizado en torno a nosotros) ● El universo se entiende como limitado, en el extremo más alejado de la Tierra, por la esfera de las estrellas fijas (como una bóveda o cúpula en la que se encuentran incrustadas las estrellas. Esta imagen del mundo es la más apropiada si hacemos caso a nuestros sentidos, pues vemos moverse el Sol, la Luna y las estrellas, y nada parece indicar que es la propia Tierra la que se está moviendo. Sin embargo, esta concepción conllevaba algunos problemas. El más grave es el llamado “problema de Platón” por el historiador de la ciencia Gerald Holton (Introducción a los conceptos y teorías de las ciencias físicas): Se cuenta que Platón (siglo IV a. de C.) planteaba el problema a sus alumnos en estos términos: Las estrellas -consideradas como eternas, divinas e inmutables- se mueven alrededor de la Tierra dando una vuelta por día como puede verse, y según la trayectoria de mayor perfección, el círculo. Pero hay algunos cuerpos celestes que, si los observamos durante un año, aparecen como errando, casi en desorden, por el cielo, recorriendo trayectorias anuales de una irregularidad desconcertante. Estos son los planetas. Seguramente deben moverse “realmente” de algún modo, según círculos ordenados o combinaciones de círculos. Tomando este movimiento circular como axioma, ¿cómo podemos interpretar las observaciones del movimiento planetario o, usando la frase contemporánea, “salvar las apariencias”? El importante problema de Platón puede plantearse como sigue: “Determinar qué clases de movimientos (circulares) uniformes y ordenados deben asignarse a cada uno de los planetas para explicar sus trayectorias anuales aparentemente irregulares”. Fue un discípulo de Platón llamado Eudoxo (408-355 a. C.) quien buscó una solución a este problema: construyó un sistema de esferas concéntricas rotatorias que daba cuenta de muchas de las características observadas de los cielos: la teoría de las esferas homocéntricas. Se trataba de un complejo sistema de 27 esferas con un centro común que coincidía con el centro de la Tierra (por eso se llaman esferas homocéntricas). Estas esferas eran cristalinas y transparentes, se encontraban FUENTES principales para la elaboración de los apuntes:concatenadas unas dentro de otras, como si se tratara de muñecas rusas y, además, cada una de ellas se movía sobre sí misma con un eje de rotación diferente. El movimiento de cada planeta era el resultado de su vinculación con grupos de cuatro esferas, cuyos movimientos rotatorios se superponían en el propio planeta, dando como resultado los aparentemente azarosos y erráticos movimientos planetarios. Así, un movimiento complejo trató de ser explicado con la suma de varios movimientos simples. Y con ampliaciones y algunas modificaciones este modelo fue adoptado por otros personajes posteriores, entre los que destacó Aristóteles, lo que convirtió a la teoría homocéntrica en la visión filosófica sobre la forma general del Universo por casi dos milenios. Aristóteles (384-322 a. C.) concibió el cosmos como un todo organizado en dos mundos de distinta naturaleza: el mundo sublunar o terrestre y el mundo supralunar o celeste. Mundo sublunar o terrestre Es el mundo que habita el ser humano: la Tierra. Según Aristóteles, tiene forma esférica, es muy reducida y ocupa un lugar central en el universo. Este mundo está limitado por la esfera de la Luna, la cual constituye el límite entre las dos regiones: sublunar y supralunar. El mundo sublunar está constituido por cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Cada uno de ellos tiene un lugar que le es propio en el universo. Si estuviesen en estado puro, se organizarían en esferas concéntricas en el siguiente orden: la tierra en el centro, encima el agua, luego el aire y, por último, el fuego. Estos cuatro elementos tienden de manera natural a recobrar esta posición, por lo que les caracteriza un movimiento natural de carácter rectilíneo, el cual se da en sentido descendente (la tierra y el agua, por ser más pesadas) y ascendente (el aire y el fuego, por ser ligeros). Ya que el mundo sublunar está poblado de sustancias que son compuestos o mezclas de estos elementos, según la proporción que tengan de ellos, les corresponderá un tipo de movimiento natural u otro. Aunque es cierto que en la región sublunar no solo observamos movimientos rectilíneos de ascenso y descenso, sino que se dan cambios y transformaciones de otros tipos. ¿A qué se deben estas transformaciones? Para Aristóteles, todo movimiento que no sea natural necesita una causa exterior que lo justifique. Por ese motivo, el filósofo recurre al movimiento que se produce en la región celeste: el movimiento de rotación de la estrella de las esferas fijas se traslada, por fricción, de una esfera a otra hasta llegar a la esfera de la Luna, que lo transmite a la región sublunar. Este movimiento el que produce la mezcla de los elementos y, por tanto, provoca que se generen y corrompan los cuerpos. Una vez generados, los cuerpos actúan como causas agentes inmediatas de otros cambios. Mundo supralunar o celeste Es el mundo que está más allá de la esfera de la Luna y que tiene su límite en la esfera de las estrellas fijas. Más allá de esta no hay nada. A diferencia del mundo sublunar, el mundo supralunar se compone de un quinto elemento: el éter. Se trata de un elemento de naturaleza divina: es perfecto, inalterable y sin peso. El mundo supralunar es perfecto e inmutable y su estructura sigue el modelo de las esferas homocéntricas de Eudoxo. Estas esferas existen realmente y están compuestas de éter. Cada esfera se mueve con un movimiento circular uniforme, que se transmite por rozamiento de unas esferas a otras, lo que produce como resultado los complicados movimientos de los planetas. Ahora bien, ¿cuál es la causa del movimiento circular uniforme de las esferas de éter? Aristóteles, para responder a esta pregunta, postula la existencia de un Primer Motor Inmóvil, causa final de todo el movimiento que se produce en el universo. De ello se deriva el carácter teleológico de la cosmovisión aristotélica: todos los cambios que tienen lugar en el mundo siguiendo las leyes . 
COSMOVISIONES naturaleza, tanto de los seres vivos como de la materia inerte, obedecen a una finalidad. La divinidad ha dispuesto todo para que se mantenga el orden del cosmos en perfecto equilibrio. Por lo tanto, el movimiento de los cuerpos celestes existe para provocar la mezcla de los 4 elementos en el mundo sublunar, las plantas han sido diseñadas para hacer la fotosíntesis, nosotros tenemos manos para poder coger y manipular objetos, etc. 
– Las aportaciones de la astronomía: Ptolomeo A pesar del carácter sólido del sistema aristotélico, los astrónomos se encontraron con observaciones sobre la posición de los planetas que no eran compatibles con la idea de que los movimientos celestes fueran circulares y regulares. Para poder mantener estas ideas, se fueron proponiendo modelos matemáticos que solventaran cada problema concreto. No se pretendía que estas soluciones fueran reales, sino simplemente que facilitaran la predicción de los fenómenos astronómicos (constituyendo, así, una visión instrumentalista de la ciencia). El más importante astrónomo de la antigüedad fue Ptolomeo, que escribió una obra titulada Sintaxis matemática (conocida por el nombre Almagesto), la cual recoge tanto aportaciones originales como aportaciones de otros científicos. Uno de los principales problemas a los que se enfrentaba la teoría geocéntrica aristotélica era el de la órbita de Marte. Al observar el movimiento de este planeta, se aprecia que diariamente avanza hacia el este de forma regular pero, en un determinado momento, parece que se detenga para retroceder, moviéndose hacia el oeste, para, de nuevo, corregir el rumbo y dirigirse hacia el este. Su trayectoria dibuja una especie de bucle. Este movimiento no se podía explicar desde el modelo aristotélico. Por esa razón, Ptolomeo afirma que la órbita de Marte y, por extensión, la del resto de los planetas, es el resultado de la combinación de dos movimientos: uno a través de una línea circular imaginaria alrededor de la Tierra llamada deferente; otro, en un círculo más pequeño, llamado epiciclo, cuyo centro sería la deferente.
 – Implicaciones filosóficas Las cosmovisiones son elaboradas por los seres humanos en busca de la verdad, ya sea para conseguir sentirse más seguros, ya sea para buscar consuelo ante la incertidumbre, ya sea por otras razones. En este sentido, las cosmovisiones se encuentran íntimamente relacionadas con las visiones y creencias religiosas y filosóficas. De este modelo aristotélico-ptolemaico podemos observar las siguientes implicaciones filosóficas: La realidad está perfectamente ordenada: todo está organizado e integrado en la totalidad del universo, cada parte tiene una finalidad, un sentido, dentro del conjunto. Los seres cambian y se transforman no solo porque haya fuerzas externas que los impulsen, sino, también, porque poseen un dinamismo interno: el movimiento es algo inherente a la materia, unido a ella, no solo algo que viene desde fuera. Por eso, la propia naturaleza de las cosas es lo que las impulsa a cambiar y desarrollarse. La realidad es algo cognoscible, algo que podemos llegar a conocer: utilizando nuestra inteligencia (nuestra razón), podemos comprender perfectamente el funcionamiento del universo (ya que este funcionamiento se basa en relaciones de causalidad -todo tiene una causa-, las cuales se dirigen a una finalidad, y esta finalidad es comprensible mediante la observación y el pensamiento. La perspectiva es antropocéntrica: el ser humano se halla en el centro del universo (la Tierra es única, inmóvil y situada en el centro) desde el cual observamos el espectáculo de lo real. 
 La visión moderna del universo A partir del siglo XVI comienza a gestarse la cosmovisión moderna, gracias a la contribución de un grupo de científicos y astrónomos que protagonizan la llamada revolución científica: en ese momento se van sentando las bases de la física clásica, caracterizada por servirse tanto de la experimentación como del formalismo matemático. Surge una nueva física y una nueva visión del mundo va tomando forma: se produce la “destrucción del cosmos” griego, superando la distinción entre un mundo supralunar (inalterable e incorruptible, de movimientos circulares) y un mundo sublunar (con cambios constantes de todo tipo), sustituyéndola por un mundo sin jerarquías. – Copérnico y el heliocentrismo Nicolás Copérnico (1473-1543), en su obra Sobre las revoluciones de las esferas celestes (De revolutionibus orbium coelestium), publicada en el año de su nacimiento, someterá el paradigma aristotélico-ptolemaico a una profunda crítica. Inspirándose en la obra de Aristarco de Samos (310-230 a. C.), afirmó que el Sol se encontraba en el centro del universo y que el resto de los planetas, incluida la Tierra, giraba a su alrededor. Esto es lo que se conoce como heliocentrismo. Copérnico planteará su argumento según el modo establecido por Guillermo de Ockham (1280-1349): la explicación más sencilla -de cualquier fenómeno- deberá ser la verdadera (conocido como la “navaja de Ockham”). Todo el complejo sistema ptolemaico sería mucho más simple, explicativo y predictivo si la Tierra dejara de ocupar su lugar preeminente y este fuera ocupado por el sol: modelo heliocéntrico frente a modelo geocéntrico. El Sol estaría en el centro del universo. Todo lo demás, giraría a su alrededor, incluido nuestro planeta (movimiento de traslación alrededor del Sol, anualmente). La Tierra, además, poseería otros dos tipos de movimiento, el de rotación sobre sí misma y el de inclinación de su eje (como si se moviera igual que una peonza y provocara una leve variación del ángulo de su rotación). No obstante, y pese al giro drástico que supuso su concepción heliocéntrica sobre el universo -la Tierra tan solo sería un planeta más y el hombre dejaría de ser el centro de la creación-, Copérnico sostuvo tesis que eran propias del anterior paradigma como las referidas al movimiento circular de los planetas y a la finitud del universo. – Las observaciones de Bruno, Brahe y Kepler Giordano Bruno (1548-1600), filósofo y astrónomo renacentista italiano, defendió el heliocentrismo de Copérnico y todavía fue más allá en sus consideraciones científicas: sometió a crítica la tesis de las esferas fijas y el hecho de que estas supusieran un límite del universo. Los puntos luminosos tenían que corresponder con una infinitud de estrellas que se desparramaban por un espacio ilimitado, donde podrían encontrarse otros planetas y seres vivos: defendía, por tanto, la infinitud del universo. Pero esta idea era, a ojos de muchos coetáneos, insostenible e inadmisible, pues contradecía creencias muy arraigadas desde hacía siglos. Bruno fue encarcelado por la inquisición y quemado vivo en la hoguera sin acceder a que abjurara de sus doctrinas. Pero sus tesis, a pesar de ser meramente especulativas por no contar con apoyo empírico ni físico-matemático, son sumamente sugerentes y abrieron un nuevo campo de cultivo a futuras explicaciones, teóricas y comprobadas, de pensadores posteriores. Tycho Brahe (1546-1601) fue un matemático y astrónomo danés que, entre otros logros, consiguió detallar la aparición de una supernova, es decir, de una explosión estelar, lo que invalidaba la creencia en la inmutabilidad de los cielos. Brahe no aceptó totalmente el sistema propuesto por Copérnico e ideó un modelo intermedio entre este y el de Ptolomeo (geo-heliocéntrico), en el que el Sol y la Luna giraban en torno a la Tierra, y el resto de planetas, lo hacían alrededor del Sol. Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo y matemático alemán, aceptó el heliocentrismo pero aportó un apoyo matemático más firme que el de las tesis copernicanas. Al estudiar el movimiento de Marte, concluyó que las órbitas de los planetas no eran perfectamente circulares, sino que su trayectoria era elíptica (la elipse es como un círculo alargado), y que el Sol se encontraba en uno de los focos de la elipse. Esta evidencia constituye la primera de las tres leyes conocidas como leyes de Kepler. Las tres leyes de Kepler acabaron con la creencia de que el movimiento de los planetas era circular, por considerarse este el movimiento perfecto. Por otro lado, la fuerza que impulsaba a los astros en el cosmos ya no era anímica (es decir, no respondía a u sentido metafísico o moral), sino una fuerza puramente motriz proveniente del Sol, y podía explicarse enteramente por las leyes de la matemática y la física, sin requerir otro tipo de explicación. Ese modelo nuevo dará pie a la nueva representación del mundo: el universo-máquina, un gran mecanismo regular y predecible, sin “alma”. – La nueva física: Galileo y Newton Galileo Galilei (1564-1642), sabio renacentista nacido en Pisa, dedicó sus observaciones empíricas -uso del telescopio- y su formalización matemática a demostrar las tesis sostenidas por Copérnico. Sus observaciones astronómicas, especialmente de la Luna, y la comprobación de que el satélite tiene la misma composición que la Tierra, significaron una crítica demoledora de la doble composición del universo sostenida por Aristóteles. Galileo estableció el principio de inercia, según el cual los cuerpos tienden a permanecer en reposo o bien a velocidad uniforme a no ser que actúe sobre ellos una fuerza. De este principio se deriva el fenómeno de la invarianza, que asegura que el reposo y el movimiento a velocidad constante son equivalentes. Por esta razón, desde la Tierra no se percibe apenas ningún efecto de su propio movimiento. El principio de inercia también justificaba que los planetas no se movieran por el impulso de un supuesto primer motor, sino porque no había ninguna fuerza que los frenara. La obra del filósofo y matemático inglés Isaac Newton (1642-1727) y, en especial, su obra Principios matemáticos de la Filosofía Natural, publicada en 1687, constituye la culminación de ese proceso de revolución científica y cosmológica iniciada por Copérnico en 1543 con motivo de la publicación de Las revoluciones de las esferas celestes. Newton estableció que todos los cuerpos del universo son el origen de la fuerza de la gravedad, y a su vez se ven afectados por ella (todos los cuerpos, por tener masa, se atraen entre sí: en esto consistiría la gravedad). La definió como una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que separa sus centros de gravedad. Se trataba de una ley que podía aplicarse tanto para la caída de una piedra como para determinar el movimiento de los planetas, lo cual significaba que las mismas leyes regían en todo el universo (así, se terminaba de superar la cosmovisión aristotélica, en tanto que distinguía entre un mundo sublunar y otro supralunar). 
– Implicaciones filosóficas El paradigma newtoniano trastorna la cosmovisión aristotélica-ptolemaica. Newton y sus predecesores nos ofrecen la imagen de un universo explicable mediante leyes, como un gran reloj, y predecible en sus procesos (determinismo). Además, este universo deberá ser infinito, de lo contrario, todo su sistema gravitacional se colapsaría. Este universo, en su grandeza, sitúa al hombre en un papel secundario, pues, en definitiva, las leyes que explican su funcionamiento suponen, al mismo tiempo, que el universo no posee finalidad alguna. 
 Si el universo no posee finalidad, ¿la tiene la existencia del ser humano? Todo esto afecta, igualmente, al papel que Dios desempeña en este nuevo paradigma. Dios es el gran relojero que ponen en marcha todo el sistema (mecanicismo) y, una vez hecho esto, su papel deja de tener relevancia. El paradigma newtoniano -con un universo creado e infinito- no supone un ateísmo, pero sí abre camino al agnosticismo. 4. La cosmovisión actual El paradigma newtoniano se mantendrá vigente hasta los albores del siglo XX. El replanteamiento será posible gracias al avance y el progreso científico que se manifestará, fundamentalmente, en el desarrollo de la física cuántica y en las aportaciones de Albert Einstein (1879-1955) con su teoría de la relatividad. Actualmente ambas teorías son incompatibles entre sí, pero permiten entender, respectivamente, lo más grande y lo más pequeño de nuestro mundo. Sin embargo, se sigue trabajando para lograr una teoría que sea capaz de unificarlas.
 – Einstein y la teoría de la relatividad Einstein publicó la teoría de la relatividad especial en 1905, la cual echaba por tierra las convenciones de la física clásica: afirmaba que no existen un espacio y un tiempo absolutos e independientes del sujeto que los experimenta. Espacio y tiempo son medidas que obtiene un observador y que, entre otras variables, dependen de la velocidad a la que se halle. De esto se desprende un hecho tan sorprendente para el sentido común como que el tiempo transcurre de manera diferente para dos observadores que viajan a distinta velocidad. Además, a causa de esta relatividad de espacio y tiempo, para dar una descripción del universo que sea válida para todos los observadores, hay que considerar que existe interdependencia entre la dimensión temporal y la espacial, pues los cambios en una de ellas afectan inevitablemente a la otra. Espacio y tiempo, pues, forman un continuo cuatridimensional. En 1915, Einstein generalizó esta teoría y publicó la teoría general de la relatividad, de la que se derivan consecuencias revolucionarias para la cosmología y la comprensión del universo. Lo más importante de la teoría de Einstein es que la masa de un cuerpo deforma el espacio-tiempo a su alrededor. Así, en las proximidades de una gran masa (por ejemplo, la de una estrella como el Sol), el espacio está más curvado y el tiempo transcurre más lentamente. Aunque la tendencia natural de los planetas y, en general, la de todos los cuerpos celestes, sea recorrer la distancia más corta entre dos puntos (lo que en física se conoce como geodésica), si el espacio en el que se mueven está curvado, el planeta acabará trazando una órbita a su alrededor. De este modo, la teoría de la relatividad explicaba los movimientos orbitales de los planetas. Pero, además, se deducen de ella consecuencias imprevistas, como que el universo se encuentra en un proceso de expansión (Edwin Hubble (1889-1953) demostró que el universo se está expandiendo).
 – La física cuántica Si la teoría de la relatividad revoluciona nuestra visión del mundo a gran escala (el macrocosmos), la teoría cuántica hace lo propio con el mundo de lo infinitamente pequeño. De los múltiples resultados de una teoría tan compleja como la cuántica, el que más impacto filosófico produjo fue el denominado principio de indeterminación o incertidumbre de Heisenberg. Según este principio, existen determinadas magnitudes microfísicas, como la velocidad y la posición de una partícula subatómica, o la energía y el tiempo de la misma, entre las que se dan lo que se llama relaciones de indeterminación o incertidumbre; es decir: si tratamos de conocer (de medir) de modo preciso una de ellas, necesariamente la otra magnitud se nos va a “escapar”. Así, por ejemplo, no podemos conocer con exactitud y a la vez la velocidad y la posición de una partícula, pues alguna de estas dos magnitudes fundamentales permanecerá necesariamente indeterminada o incierta. Esto supone un límite infranqueable a nuestro conocimiento de la realidad. Con respecto a este problema se han propuesto dos interpretaciones: Se habla de principio de incertidumbre si se quiere hacer hincapié en el componente subjetivo de la imprecisión: somos nosotros, los humanos, los que, al medir interaccionamos con eso que estamos midiendo y lo perturbamos y, por ello, parte de los resultados que obtenemos son inciertos, probables, azarosos, pero la realidad misma es precisa. Lo que es impreciso e incierto es nuestro conocimiento de la realidad. En el futuro recuperaremos la precisión y certidumbre perdidas. Se habla de principio de indeterminación -y es esta la interpretación física que ha prosperado- si lo que se quiere señalar es que es la propia realidad la que es indeterminada (y no nuestro conocimiento de ella): la raíz última de la realidad material, las partículas subatómicas, son indeterminadas, imprecisas, azarosas, no nuestro conocimiento -objetivo- de ellas. Según esta interpretación, la cuestión no es que estemos ante una incapacidad de nuestro conocimiento o de nuestros instrumentos de medida, sino que nos encontramos ante un límite de las cosas mismas, las cuales son, en el fondo y en cierta medida, indeterminadas. Según esta interpretación, hay eventos que serán, por su naturaleza, radicalmente imprevisibles, impredecibles. Las leyes de la nueva física no podrán ser ya deterministas, como eran las de la física clásica, sino estadísticas, probabilísticas. Algunos autores han entendido que la gran aportación de la física cuántica a nuestra cosmovisión contemporánea es la apertura que se da a lo imprevisible, incalculable, impredecible: en suma, la apertura a la libertad, frente al determinismo de la cosmovisión moderna. – Implicaciones filosóficas Algunas de las implicaciones filosóficas de la nueva cosmovisión científica pueden ser las siguientes: Imposibilidad de separación sujeto-objeto: para observar algo hay que interaccionar con ello. Cuando lo observado es suficientemente pequeño, esta interacción condiciona el resultado del experimento. En este sentido, la física cuántica pone en entredicho la creencia (de herencia griega) de que el mundo es una realidad objetiva que el ser humano puede llegar a conocer. Indeterminismo e imprevisibilidad: la física cuántica cuestiona la imagen determinista del mundo: solo podríamos establecer leyes estadísticas que no predicen con exactitud el resultado de una observación, sino tan solo calculan sus probabilidades. Alejamiento respecto al sentido común: la nueva cosmovisión científica se distancia de nuestras intuiciones y percepciones habituales, por lo que resulta poco comprensible para los que no son expertos. 
Tarea final : A partir de estas cuestiones elaboren  un trabajo digitalizado que deberán exponer en clase (máximo 2 alumno) . Dicho producto tendrán un peso de  1 punto ). 

1. ¿Alguna vez has pensado sobre cuál debió ser el origen del universo? ¿Cómo comenzó todo? Inventa un breve relato que constituya una explicación mítica sobre cómo empezó a existir el mundo.
 2. Lee este texto acerca de la cosmología aristotélica:
 El cosmos de Aristóteles era una esfera vasta, pero finita, con su centro en la Tierra y limitada por la esfera de las estrellas fijas, que era también el “primer motor” […], la fuente original de todos los movimientos en el universo. En el centro del universo estaba la Tierra esférica, y rodeándola concéntricamente estaban las distintas esferas, dispuestas como las pieles de una cebolla. En primer lugar venían las envolturas esféricas de los otros tres elementos terrestres, agua, aire y fuego, respectivamente. Rodeando a la esfera del fuego estaban las esferas cristalinas, en las que se encontraban insertas, y eran transportadas por ellas, la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno, que eran los siete “planetas”. Más allá de la esfera del último planeta venía la de las estrellas fijas, y tras esta última, nada. A. C. Crombie, Historia de la ciencia: De San Agustín a Galileo, Alianza Editorial, Madrid, 1996 
 Explica  esquemáticamente el modelo que se expone en el texto  y puedes acompañarlo de imágenes y vídeo.
 3. En la concepción aristotélica del mundo se defiende que hay movimiento en el mundo sublunar, y también en el mundo supralunar. Ahora bien: – ¿Cómo se explica el movimiento en el mundo sublunar? – ¿Qué tipo de movimiento encontramos en el mundo supralunar y qué lo origina? – ¿Qué función cumple la idea de un Primer Motor Inmóvil en este sistema? – ¿Qué papel juega la observación en la concepción aristotélica del cosmos? 
4.Para  Aristóteles, existen siete planetas . Indica cuáles son y explica en qué y por qué se equivocaba. 
5.¿Por qué se habla de las estrellas fijas, si todas las estrellas se mueven? 
6.Señala tres implicaciones filosóficas que se derivaban de la cosmología aristotélico-ptolemaica. ¿Te parece que dichas implicaciones se siguen manteniendo en nuestra imagen actual del mundo?
7.Con respecto a la cosmovisión moderna, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de un universo-máquina?
8.Explica algunos de los aspectos relevantes de la teoría de la relatividad y de la física cuántica. ¿Qué implicaciones filosóficas se desprenden de esta nueva visión del cosmos? Lee enlace ,puede ayudarte
9. Redacta un breve texto en el que comentes las impresiones e ideas que te han surgido tras estudiar el presente tema. ¿Crees que te ha servido para algo este aprendizaje? ¿Para qué? 
10.Realiza un mapa conceptual de la unidad explicando resumidamente algunos de los contenidos que consideres más importantes .
Marina Toste


 
                            Marina Toste Hdez.